ASEGÚRATE ESTAR BAJO LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.
Diré yo a Jehová:
Esperanza mía, y castillo mío;
Mi Dios, en quien confiaré. ”
Mi Dios, en quien confiaré. ”
El Salmo 91 empieza con esta declaración tan poderosa, por lo cual toda
persona que estime en algo la Biblia o la Palabra de Dios; tiene este Salmo
como una de sus porciones favoritas, junto al Salmo 23.
Pero no todos los que estiman este salmo, tienen toda la provisión que se
deriva de él.
El salmo indica que la condición de favorecido de Dios es condicional. También indica que son dos las posiciones que Dios quiere que obtengamos: al abrigo del Altísimo y bajo la sombra del Omnipotente.
Esta es la Palabra de Dios que alimenta el alma y el espíritu; produce fe, paz, esperanza, confianza y tanto
fruto a todo nuestro ser, de quien vive
bajo esta condición.
Ante este entendimiento observo las señales del fin de los tiempos de las
cuales nos habló Jesús.
“El que habita al
abrigo…”
La Palabra de Dios es alimento al espíritu de sus hijitos. Cuando creemos
de todo corazón en su Hijo, Cristo el Hijo de Dios, y confesamos con nuestras
bocas que es el Señor, a quien el Padre envió para nuestra Redención; nacemos
para Dios y Padre, somos hechos hijitos de Dios, somos ciudadanos del Reino de
los Cielos y podemos habitar con nuestro Padre en las Alturas.
Está
escrito que a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les
dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de
sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
También
dice la Escritura: Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos
llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a
él.
Amados,
ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero
sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos
tal como él es. El Señor no es escaso para recibirnos en medio de su gran familia. El quiere muchos hijos en su Gloriaa, para que participemos de su Herencia en Cristo.
Y
todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él
es puro.
Podemos
afirmar sin temor a equivocarnos, que el privilegio de habitar al abrigo del
Altísimo es solo para sus hijitos.
Todos
los beneficios que se enumeran en este Salmo 91, son para los hijos de Dios. Nadie
más tiene ese derecho.
El
Salmista, inspirado por el Espíritu de Dios, anuncia que la Reino del Altísimo
tiene la Puerta abierta <dije Puerta y no puertas <porque solo hay una
Puerta de entrada a su Reino, como en el Tabernáculo>, para todo
aquel que quiera ser parte de la familia de Dios mediante la fe en su Hijo
Jesucristo, enviado primeramente a la casa de Israel.
Está escrito que en el principio era
el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron
hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En él estaba la vida, y la vida era
la luz de los hombres.
La luz en las tinieblas resplandece,
y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
Hubo un hombre enviado de Dios, el
cual se llamaba Juan.
Este vino por testimonio, para que
diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.
No era él la luz, sino para que
diese testimonio de la luz.
Aquella luz verdadera, que alumbra a
todo hombre, venía a este mundo.
En el mundo estaba, y el mundo por
él fue hecho; pero el mundo no le conoció.
A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.
Hay una tristeza muy grande en mí por la dureza de
corazón del pueblo judío y de la nación de Israel.
La Luz de la Vida, que alumbra a todo hombre, fue
enviada primero a ellos. Porque son los descendientes de Abraham, Isaac y
Jacob. Son los herederos de la Promesa hecha por Dios a la descendencia de los
Patriarcas. Pero ellos la rechazaron, y aún la siguen rechazando.
¿Cómo podrán habitar al abrigo del Altísimo, si no
quieren entrar por la Unica Puerta señalada por Dios?
¿Cómo podrán morar al abrigo del Omnipotente, si han
abominado su llamado para estar bajo sus Alas?
No toda persona habita con Dios, el
Altísimo. Todos son invitados a vivir con El, pero no todos aceptan esa
invitación y prefieren habitar en la oscuridad, porque sus obras son malas.
Porque no envió Dios a su Hijo al
mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
El que en él cree, no es condenado;
pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del
unigénito Hijo de Dios.
Y esta es la condenación: que la luz
vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus
obras eran malas.
Por medio de Cristo, quien es la Puerta de acceso a todas las pertenencias
de Dios Padre <que de paso, nos han sido dadas mediante la fe en El y en su
obra en la cruz>, tenemos entrada al Reino de Dios y a la Casa del Padre.
No me cansaré de anunciar que la relación con Cristo no es religión. Cristo es Vida, que recibimos cuando creemos en El y confesamos que es el Señor. El Padre ha provisto el Evangelio de Jesucristo, para que por medio de él, entremos por la fe a u Reino, aquí y ahora.
No tienes que esperar morir a ver si entrarás al Reino; Cristo te garantiza la entrada tan pronto naces de nuevo confesando su Nombre, porque está escrito:
De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.
De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.
Antes de Cristo dejar la Gloria que tenía junto al Padre y aceptar compartir con la humanidad la debilidad de un cuerpo de hombre; El era en todo semejante al Padre. Siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Por lo cual
Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo
nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están
en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese
que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Porque en Cristo indiscutiblemente, grande es el misterio de la
piedad:
Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles,
Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria.
Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles,
Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria.
Y sabemos que a los que aman a Dios,
todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito
son llamados.
Porque a los que antes conoció,
también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo,
para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
Y a los que predestinó, a éstos
también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó,
a éstos también glorificó.
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios
es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
El que no escatimó ni a su propio
Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él
todas las cosas?
¿Quién acusará a los escogidos de
Dios? Dios es el que justifica.
¿Quién es el que condenará? Cristo
es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la
diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
¿Quién nos separará del amor de
Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o
peligro, o espada?
Como está escrito: Por causa de ti
somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero.
Antes, en todas estas cosas somos
más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
Por lo cual estoy seguro de que ni
la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo
presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa
creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor
nuestro.
Haya, pues,
en nosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, humillémonos bajo la
mano de Dios Padre y El nos exaltará en su momento; porque Dios resiste a los
soberbios y al altivo mira de lejos; pero al humilde y sencillos exaltará,
porque El los mira con aprecio.
Hay mucho
aún para compartir de esta apetitosa y deleitosa Palabra, pero debemos parar
por aquí. Con su ayuda continuaremos pronto.
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