CRISTO HA DE
MANIFESTARSE EN MI
Por: Dr. Emmanuel García Moreno
Juan: 14:16-23
¿Cuántos no queremos hoy que
Cristo se manifieste?
Estamos tan urgidos en nuestros
días de la Presencia de Cristo, que haríamos cualquier cosa con tal de ser
testigos de la manifestación de Cristo.
Hoy compartiremos de otro de los
Nombres de Dios en su revelación en Cristo.
Quiero que note lo siguiente: en
el Nuevo Testamento no hay ninguna referencia a Dios como Jehová; sin embargo,
hay tal cantidad de Nombres Nuevos de El, como el del Pan que bajó del Cielo.
Si amados, cuando Cristo dice: Yo soy el Pan que bajó del cielo, se está
declarando en su Nombre del que nos alimenta con su Vida. El es Dios que nos
alimenta consigo mismo. El es nuestro Pan de cada día.
Cuando Ud. lea y medite la Palabra de Dios; tome un cuaderno y vaya
notando los diversos nombres de Dios que aparecen en el Nuevo Testamento, y
entenderá lo que Dios en Cristo, quiere manifestarse y darse a conocer en
nosotros.
Por eso dice la Escritura en la
carta a los Romanos 3: “Por
esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo,
de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra,
para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;
para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor,
seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura,
y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.
Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros,
a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.”
de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra,
para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;
para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor,
seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura,
y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.
Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros,
a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.”
Pablo oraba
“para que habite Cristo por la fe en nuestros corazones….ser fortalecidos con
poder…”; lo cual debe llamarnos poderosamente el sentido de esta oración del
apóstol.
Puedo entender,
y te invito a que lo entiendas conmigo, que Pablo le está hablando a
cristianos, que han recibido a Cristo en
sus corazones, pero lo encontramos aquí orando para que Cristo habite en los
corazones de los cristianos. ¿Qué significa esto?
Primero,
significa que debemos orar por nosotros mismos y por nuestros hermanos y por
nuestros hijos espirituales, esto es, por aquellos que hemos traído a los pies
de Cristo, para que Cristo sea formado en sus corazones.
Cuando
recibimos a Cristo en el corazón por la confesión de fe, por el Espíritu, al
recibir esa Palabra de fe, estamos recibiendo la semilla de Cristo en nuestro
interior, en el corazón.
¿Recuerdan
la parábola del sembrador?
La
semilla es la Palabra que fue sembrada en nuestros corazones; fue la semilla de
Cristo. Concebimos a Cristo en nuestros corazones, porque el Padre nos
fecundiza con la Simiente Santa.
Así como
cuando la Virgen María, concibió a Jesús en su vientre por la Palabra anunciada por el Arcángel Gabriel el
día de la Visitación, y por el poder Espíritu Santo que la cubrió; de igual
forma sucede con todo aquel que recibe la Visitación del Padre, quien por su
Espíritu, nos fecunda con la Su Semilla que es Cristo.
María
concibió a Jesús hombre en su
cuerpo carnal; nosotros concebimos a Cristo el Hijo de Dios en nuestro espíritu.
Por esa causa recibimos Vida; recibimos todo lo que Cristo es, recibimos la
plenitud de Dios, pero esta Vida tiene que desarrollarse dentro de nuestros
corazones. Por esto es que Pablo oraba.
Pero en muchos de nosotros,
Cristo todavía es un bebé, o un niñito, o un adolescente. Por ello Pablo dice: “Y todo aquel
que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es
niño;
pero el alimento sólido es para los que han alcanzado
madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el
discernimiento del bien y del mal.”
Dios quiere que comamos comida sólida como adultos en
Cristo, significando que ya Cristo se ha desarrollado en nosotros, a una altura
de adulto.
La semilla, esto es, la Palabra, o sea, Cristo; que ha
sido plantada o fecundada en nuestro
corazón debe germinar o nacer. Cristo debe nacer en nuestro corazón y
desarrollarse por medio de la oración y la Palabra. El crecimiento lo dará Dios
por medio de su Espíritu.
¿Podemos imaginarnos lo que será nuestra vida cuando
Cristo, el Hijo de Dios, el Varón Perfecto esté en nuestro interior?....”hasta
que todos lleguemos a la estatura de un varón perfecto.”.
Dios quiere que todos tengamos Su Semilla Santa, esto
es Cristo, en nuestros corazones. ¿Ya
recibiste la fecundación de Dios? ¿Ya recibiste a Cristo en el corazón?
Abre tu corazón y confiesa a Cristo como Hijo de Dios,
Señor y Salvador; y, Cristo nacerá en tu interior. Tendrás Su Vida en ti y te
conducirá a la Presencia del Padre cada día.
El Espíritu es nuestro Ayudador, nuestro Consolador.
Veamos el pasaje de hoy:
“Y yo rogaré al Padre, y os dará
otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:
el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.
No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.
Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis.
En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros.
El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.
Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?
Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.”
el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.
No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.
Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis.
En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros.
El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.
Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?
Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.”
El Espíritu
Santo viene a cada una nuestras vidas como la respuesta a la oración de Cristo
al Padre. Viene a cumplir un encargo de parte de Cristo: traer la Presencia del
Padre y del Hijo a nuestros corazones.
Ahora es
cuando el Dios Eterno, quien en Cristo se nos ha revelado como Padre y como
Hijo; hace morada en nuestros corazones. Esto es importante entenderlo, creerlo
y aceptarlo, para que Cristo se pueda manifestar en nosotros y por medio de
nosotros.
El Espíritu
Santo, como Consolador, viene y hace morada en nosotros, habita en nosotros,
pero no está solo; trae la Presencia del Padre y del Hijo. Cristo manifestaba: “Yo
y el Padre Uno somos”, “el que me ha visto; ha visto al Padre” “el Padre que
mora en mí, El es quien hace las obras que yo hago”.
La Presencia
del Padre en Cristo, producía las obras de Cristo, las cuales hasta ahora nos
maravillan. La Presencia del Padre y Cristo en nuestros corazones, deben
producir las mismas obras que hacía Cristo: “las obras que yo hago; vosotros
las haréis también y mayores las haréis”
La Presencia
de Dios en la Tierra durante el período del
Antiguo Testamento estaba confinada al Templo en Jerusalén. Antes de la
construcción del Templo por Salomón; Dios habitaba en el Tabernáculo de reunión
y se manifestaba en el lugar Santísimo.
Ahora ese
templo ya no existe, y en Cristo la Presencia de Dios está en cada corazón que
ha creído en el Hijo de Dios y lo ha recibido en su corazón. Así como Dios se
manifestaba en el Tabernáculo o en el Templo en Jerusalén; hoy quiere
manifestarse en la vida de cada uno de los que invocamos el Nombre de
Jesucristo en nuestras vidas.
Así como
El anduvo en los días de su ministerio terrenal, haciéndole bien a todo el
pueblo, a los necesitados de salud, liberación, aceptación, ver, oir, caminar y
tantas otras cosas extraordinarios que hizo; asimismo quiere seguir haciendo,
pero ahora por intermedio nuestro.
Oro a
mi Señor cada día. Para que su Presencia esté en mí, como estuvo en Pablo, en Pedro, en Juan, en
Esteban, en fin, como estuvo en Cristo. Quiero
Conocerle en todo su esplendor, quiero ver su gloria en mí. Quiero que Cristo
habite en mí por la fe. Quiero no vivir más y que Cristo viva en mí, para poder
proclamar como Pablo: “Ya no vivo yo; mas vice Cristo en mí”.
Oro a
mi Dios para ser lleno de toda la
plenitud de Dios, y, asimismo oro para que todos ustedes también lo sean,
porque es Cristo en nosotros la esperanza de gloria.
Lo que
tenía y lo que tengo, quiero considerarlo basura, a fin de alcanzar a Cristo,
la plenitud que lo llena todo en todo. Quiero crecer a la estatura de varón perfecto,
a fin de comprender la inmensidad del Amor de Dio que es en Cristo Jesús Señor
nuestro.
Cristo es la Semilla proclamada por Dios a la serpiente
antigua: “Y pondré
enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la Simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le
herirás en el calcañar”.
Es la
Simiente prometida a Abraham: “En tu Simiente
serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz.”
Jesucristo
es el Mesías anunciado, la Simiente Santa que nos fue dada para llevar mucho
fruto para Dios. Tanto judíos como no judíos tenemos acceso a esta Simiente
mediante la fe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario