UNA VIDA SIN DERROTA
Por: Dr. Emmanuel
García Moreno
Hebreos 10: 26, 27
“Porque
si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la
verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda
expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los
adversarios.”
Dentro
del trato que Cristo está teniendo en mí, por la acción de su Espíritu en mi
interior; está la enseñanza de cómo recibir su ayuda y guía, en la manera en
que El quiere edificar mi vida.
He
podido aprender de la urgente necesidad que existe en el Cuerpo de Cristo, de
ser enseñados en el ministerio de la restauración. Para el creyente que ha
caído en su caminar con Cristo, le resulta sumamente difícil ponerse de pie,
sacudirse el polvo y continuar avanzando, y, más cuando ha sido un miembro del
liderazgo en la iglesia.
En
esta porción del libro a los Hebreos, escrito a los hermanos judíos que habían
creído que Jesús es el Cristo, el Mesías de Israel, lo cual atrajo hacia sí una
atroz persecución; el escritor, les anima y exhorta a mantenerse firmes en la
fe y en el Camino que habían elegido.
Muchos
de estos hermanos estaban abandonando las filas del Evangelio, para volverse al
Judaísmo que los perseguía por herejes y apóstatas de la fe de Moisés. Ellos
estaban decidiendo entre mantenerse en el Camino de Cristo y ser perseguidos o
volverse a la religión de Moisés y encontrar descanso.
Estos
hermanos no estaban en pecado, pero estaban siendo llevados a dejar el camino
de Cristo y volverse atrás, a la religión sin vida.
Es
en esta situación de riesgo a la apostasía a causa de la implacable persecución
que sufrían; que la Palabra de exhortación es enviada a los hermanos salidos
del Judaísmo.
Los
judíos entendían bien el tema de los sacrificios que se ofrecían continuamente
por los pecados, por eso el escritor les menciona lo de los sacrificios
continuos por el pecado; que por ser continuos hablaban de la ineficacia de
ellos.
Pero
venido Cristo y dado su vida en expiación, un solo sacrifico bastó para quitar
de en medio de una vez y para siempre el pecado, que impedía acercarse al Trono
de la Gracia.
En
el contexto del pasaje, también se habla de la necesidad de que los hermanos
nos consideremos unos a otros, nos animemos igual; y, más cuando la Venida de
Cristo está cerca. Es una enseñanza sobre la importancia de alentarnos
mutuamente, en la perseverancia en Cristo.
Este
pasaje se utiliza mucho para enseñar sobre los hermanos que han caído en pecado
y el peligro que se cierne sobre ellos, por haber pisoteado la sangre de
Cristo. Pero el pasaje más apropiado para conocer cuál es el trato de Dios con
los que han caído en pecado, es el de la parábola del Hijo pródigo. Esta
porción es más apropiada para aquellos que están a punto de caer en la
apostasía, para evitar la persecución.
En
la iglesia del Señor hay hermanos muy fieles y damos gracias al Señor por
ellos, porque son pilares y columnas en la Casa del Padre, sirviendo de
testimonio a las nuevas generaciones de creyentes.
Pero
también hay hermanos a quienes Satanás
pide para zarandearlos como cañas al viento. Cuando esto sucede, a los caídos
les cuesta un mundo volver a levantarse. Y cuando logran al fin levantarse y
tratar de caminar de nuevo; su lucha interior es intensa. Los pensamientos de
dudas y confusión hacen presa de su vida y lo hacen pasar por un período muy
crítico, que de no ser ayudados; podrán caer nuevamente, con todo lo que
conlleva el poder levantarse otra vez.
Es
en este proceso de restauración en que los hermanos en Cristo juegan un papel
importantísimo en el proceso de restauración. El pierniquebrado puede encontrar
misericordia y amor entre sus hermanos o, falta de misericordia, y, hasta
rechazo por parte de algunos.
Gracias
al Señor por aquellos hermanos que sus vidas son un canal del amor de Dios para
sus hermanos que están en ese proceso de restauración. El que ha caído y está
en ese proceso, recibirá la confirmación del amor de Cristo, a través del amor expresado por sus hermanos en Cristo.
Suficiente
lucha interior tiene que enfrentar un hermano en Cristo que ha caído, porque
Satanás pidió para zarandearlo, para que además, tenga que enfrentarse a la
falta de misericordia de aquellos que se han mantenido fieles. Hay que
agradecer al Señor por los hermanos fieles que a través de los años han
perseverado sin salirse del Camino, a pesar de las duras pruebas que han tenido
que soportar.
Pero
hay hermanos a quienes Satanás pide para zarandearlos como cañas al viento.
Uno
de los casos más notorios de cómo Dios permitió que un hijo suyo fuese sacudido
por Satanás, fue el caso de Pedro.
Pedro
estaba muy lleno de jactancia y seguridad en sí mismo en cuanto a su fidelidad
al Señor. Llegado el momento en que Cristo fue apresado y llevado a las
autoridades, y, ante el peligro que conllevaba ser identificado como un
seguidor de Jesús; Pedro lo negó tres veces. al igual que a Pedro, a nosotros nos puede llegar la hora del canto del gallo.
Pedro
lloró amargamente, haber negado a su Señor. Cuando Jesús resucita, tiene el
cuidado de confirmarlo en el ministerio al cual había sido llamado. Tres veces
lo negó Pedro; tres veces lo confirmó el Señor. Pedro necesitaba ser confirmado
sin lugar a dudas. Y la confirmación de Pedro fue en el amor a Cristo. “Me amas
Pedro más que estos? La respuesta siempre fue Tú sabes que te amo.
El
amor de Dios en nosotros es el que nos hace levantarnos de la situación de
fracaso o derrota en la que hayamos caído. Cuando yacemos postrados por el
pecado que nos asedió y alcanzó, sacándonos del Camino y llevándonos al pozo
cenagoso; lo que nos da fuerzas para levantarnos es el amor de Cristo en
nuestros corazones.
Cuando
el cuerpo de Cristo, la iglesia, sabe expresar ese amor hacia sus hermanos
derribados en el servicio a Dios, el Cuerpo se enriquece, porque uno que se
había perdido, ha sido encontrado y vuelto al redil.
Pero
en el redil hay ovejas muy fieles que no soltaron las manos del arado, que no
abandonaron la Casa del Padre, como lo enseña la parábola del hijo pródigo, que
al ver el proceso de restauración de su hermano; no se alegra, sino que su
corazón se llena de reproches y rechazo a esa restauración tan festejada. Para
el hermano fiel de esta parábola; a su hermano no había que hacerle fiesta y
regalos; era él quien se merecía todo ese jolgorio y derroche de fiesta.
Para
este hermano fiel, la restauración de su hermano, saca a flote lo que hay en lo
profundo de su corazón: falta de misericordia. El espera realmente que a su
hermano se le de ropaje y trato de esclavo, no de hijo. Y, pasado un período de
tiempo; tal vez se le pueda vestir con la dignidad de hijo. Solo tal vez….y eso
si ha dado muestras evidentes ante sus ojos de arrepentimiento.
Lo que el Padre piense no es importante; más
importante es lo que él piensa; de cómo deben ser las cosas. Para él el Padre
es demasiado bueno y amoroso…..incluso hasta permisivo…porque si no lo trata
con dureza, segurito volverá a estar con los puercos porque no aprendió la
lección.
El
hijo pródigo debe entender que en cuanto está con vida y Cristo no ha
regresado, tiene oportunidad de regresar a Casa, en donde le espera el anillo,
la ropa de hijo y el Banquete de la Restauración.
La
ofrenda de Cristo fue hecha una vez y para siempre. Al participar nosotros en
su crucifixión, “con Cristo estoy juntamente crucificado”; participamos de su muerte.
Nuestro cuerpo de pecado ya no vive. Ahora vivimos para Cristo. Tenemos una
nueva vida. Somos nuevas criaturas en Cristo. Sobre nosotros no hay
condenación. Somos libres del pecado.
Satanás
después de zarandearnos, quiere hacernos quedar en el suelo; al contrario del
Padre y de Cristo, quien quiere levantarnos y llevarnos al redil y hacernos
fiesta.
El
que ha caído tiene que luchar contra los pensamientos de derrota, fracaso,
infidelidad, menosprecio, culpa, etc. Pero esto no proviene del Padre, no
proviene de Cristo. Los pensamientos de Dios para el caído son: “caerá el justo
siete veces; y, siete veces lo levantaré”
Ante
Dios, el Justo puede caer; pero de todas sus caídas El lo levantará. Somos la
niña de sus ojos. Estamos esculpidos en el hueco de sus manos. Somos su
especial tesoro. Somos su pueblo adquirido. SOMOS SUS HIJOS.
Así como Job fue zarandeado por
Satanás, bajo pedido, para eliminar toda jactancia de su corazón, así también
seremos nosotros sometidos al duro trato de quedar postrados por el ataque
despiadado del adversario, cuando con permiso del Señor, sacuda nuestras vidas.
El Señor quiere llevarnos al derramamiento de lágrimas de tristeza por nuestra
jactancia, que fue la que nos llevó a la prueba de nuestra fe.
Cuando uno que cree estar firme
cae, es a causa de la jactancia que hay en su corazón. Uno no la ve pero Dios
sí. Es una jactancia que solo sale con la humillación. Cuando somos
zarandeados, descubrimos que somos nada sin la ayuda del Señor.
Como el Señor nos ama y tiene que
arrancar esa jactancia del corazón a causa del orgullo que está agazapado en
nuestro interior y no lo hemos visto; entonces permite el vapuleo terrible de
Satanás sobre nosotros.
Al llevarnos a esa sensación y
estado de pérdida total, es cuando empezamos a experimentar el suave silbido de
la Voz del Señor que ha venido a levantarnos y a poner nuestros pies sobre peña
y hacernos andar en sus Alturas, como las águilas que vuelan alegres impulsadas
y sostenidas por el viento recio de las Alturas.
Es allá donde el Señor nos
quiere. Experimentando la Fuerza de su Espíritu que nos sostiene y nos eleva a
las Alturas y nos mueve hacia donde el quiere.
Es ahí donde escuchamos su dulce Voz que nos dice “Vuela hijo mío…porque has sido llamado a emprender vuelo como las águilas… tú eres del Cielo; no de la tierra… Alza tu voz y deja oir tu canto paloma mía”
Es ahí donde escuchamos su dulce Voz que nos dice “Vuela hijo mío…porque has sido llamado a emprender vuelo como las águilas… tú eres del Cielo; no de la tierra… Alza tu voz y deja oir tu canto paloma mía”
"Así que, hermanos, teniendo
libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos
abrió a través del velo, esto es, de su cuerpo, y teniendo un gran sacerdote sobre la
casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en
plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y
lavados los cuerpos con agua pura.
Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.
Y considerémonos unos a otros para
estimularnos al amor y a las buenas obras;
no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.
no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.
Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados,
sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.
El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente.
¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?
Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo.
¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios
vivo!
Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos; por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por otra, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante.
Porque de los presos también os
compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo
que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos.
No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón;
porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.
Porque aún un poquito, Y el que ha de
venir vendrá, y no tardará.
Mas el justo vivirá por fe; Y si
retrocediere, no agradará a mi alma.
Pero nosotros no somos de los que
retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del
alma."
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