Por: Dr. Emmanuel Garcia Moreno
OBTÉN TU CASA HERMOSA SIN COSTO PARA TI
Hoy puedes cambiar tu
casa estrecha o inapropiada para ti, por una Casa Hermosa, amplísima, bien
ubicada, libre de la acción de los maleantes, asaltadores, homicidas o malos vecinos.
Esto no es una
propaganda engañosa. Podrá demandarme si le estoy mintiendo sobre este asunto.
Ud y su familia se
podrá mudar hoy mismo si Ud decide aceptar los términos del contrato:
- Es
gratis
- No
paga impuestos
- Construida
con los materiales más costosos existentes.
- indestructible
- Iluminación
y energía permanente y sin costo
- Ubicación
privilegiada
- Seguridad
y paz garantizada
- Para
mudarse solo tiene que aceptarla y lo hará de inmediato
Es distintivo del
hombre o del ser humano en general, que su vivienda sea un reflejo de sus
sueños hechos realidad. En la medida que vamos progresando en la vida, vamos adquiriendo casas para la
familia, o para el individuo si es soltero, que van llenando nuestro corazón de
satisfacción, porque es un logro alcanzado por nuestros esfuerzos. Atrás van
quedando las casas estrechas.
Fuera de los
castillos que todavía hay en el mundo, exclusivos para la elite del mundo, como
los de las familias reales de algunos países o de la realeza, incluso de
potentados orientales que obtienen ingresos desorbitantes explotando los recursos naturales de sus países; Existen casas
hermosísimas, amplias y majestuosas, ubicadas en barriadas exclusivas en
donde ya dejan de ser casas y pasan a ser mansiones.
Bajando por la escala
social, encontramos viviendas espaciosas, de construcción exquisita, con los
mejores materiales que haya en el mercado, que acogen a aquellos que han tenido
gran éxito en la vida y se rodean con todas las comodidades que les puede
proporcionar su cuenta bancaria, alimentada por ingresos sustanciosos.
Cuando uno pasa por
alguna barriada, generalmente observa las casas que la componen y por lo
general hay cierta regularidad en el diseño y tamaño de las viviendas en el
sector. Cuando encuentra alguna casa fuera de lo común, más grande, más
hermosa, de inmediato el pensamiento automático de: “aquí vive una persona con
mayor ingreso que los demás.” La casa es el reflejo del status social de quien
la habita.
La mayoría de las
viviendas se encuentran en el rango de aquellos que trabajan duro todo el día,
ya sea de forma independiente o como asalariados. Son casas de las clases
medias. Sus residencias no son lo que quisieran, pero llenan los requisitos
mínimos para estar confortables aunque un poco estrechos. Es en este rango en
donde se sueña mucho con un golpe de suerte a través de un premio de la lotería
o la herencia de algún familiar desconocido.
De este nivel hacia
abajo, las condiciones de las viviendas, apenas dan para ofrecer
satisfacción.
En muchos lugares del
mundo hay un porcentaje de la población que carece de viviendas dignas del ser
humano. Digo dignas, porque el Hombre se adapta a cualquier situación, y va
ocupando el espacio que haya a su mano para poder pasar la noche él o con su
familia.
Son viviendas que en
vez de atraer a los que habitan en ellas; lo que hacen es expulsarlas de su
interior. Son viviendas hostiles para la vida. Son moradas de la desgracia y
del sufrimiento. A este tipo de viviendas se les conoce como casas de las
“favelas”, casas del “gueto” o casas de “miseria” y otras veces como casas
del “sufrimiento”.
Por lo general las
personas que las habitan, son las desheredadas del mundo. Hay incluso aquellos
que viven a la intemperie y pasan la noche debajo de un puente, en una casa
condenada a ser demolida, en un callejón estrecho, etc. lo que demuestra la
creatividad del hombre cuando de necesidades básicas se trata.
Estas últimas
viviendas lo que producen dentro de ellas es la delincuencia, la
marginalización, los parias de la sociedad, que por lo general proveen a las
prisiones de inquilinos. Son casas productoras de violencia y maldad, podríamos
decir, productoras de muerte a gran escala.
Traigo a colación
este tema porque hoy quiero compartirles un pasaje de las Escrituras que nos
habla de una gran Casa. No sé si llamarla Mansión o Castillo; pero es tan
grande, espaciosa, con la mejor vista que uno se pueda imaginar, construida de
los materiales más caros que uno puede imaginar. Tan grande es esa ciudad, que
tiene el nombre de ciudad. Pero es una casa o morada para ser habitada por todo
aquel que quiera hacerlo.
Es una casa o ciudad con
una seguridad extrema. Ahí no entrará el ladrón, nunca se dará un robo, lo cual
proporciona Paz y tranquilidad. En ella “no habrá muerte, ni habrá más llanto,
ni clamor, ni dolor; no se hallará en ella
a los cobardes e incrédulos, los abominables y
homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos.”
Es una ciudad enorme, que sus habitaciones son
por millares de millones. Realmente llamarla casa, en nuestro entorno mental,
se queda chica; mejor llamarla ciudad; porque es una ciudad habitación.
Comparándola con nuestras
casas y ciudades nos deja atónitos ante tanta hermosura, esplendor, riqueza,
grandeza y majestad. Todos nuestros sueños de tener una residencia grande y
lujosa, quedan microscópicos ante semejante visión.
Pensaría uno en lo
profundo de su ser: ¡qué no daría yo para vivir en un lugar como ese!
Pues, déjeme
informarle que Ud. y toda su familia están invitados a mudarse a vivir hoy
mismo en esa ciudad. Y no le estoy mintiendo ni tomándole el tiempo. Es una
realidad al alcance de su mano; o, mejor decir, al alcance de su boca.
Lo bueno de todo esto, es que si Ud. decide ser
residente de esta gran ciudad, , desde ya puede ocuparla. Tiene una dimensión
aproximada de 3.600 Kms2 x 3,600 Kms2, o sea, una largura
aproximada de aquí a México, con igual dimensión de largo y de ancho.
Jesús cuando se refirió a ella, la mencionó en los
siguientes términos: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no
fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
Y si me fuere y os preparare lugar,
vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros
también estéis.
Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.”
Estas Palabras se las dijo a sus discípulos y por
intermedio de ellos nos ha hecho llegar a nosotros sus planes de ir a
prepararnos un lugar en la Casa del Padre.
No se asuste. Hasta hace unos 3 días atrás, yo había
entendido que se estaba refiriendo a cuando uno se muere, pero eso no es así. En
aquella ocasión me hizo entender que las moradas que nos fue a preparar, son
para que las ocupemos de inmediato. No tenemos que esperar a morir para ver si
nos dejan entrar.
Hemos crecido con la enseñanza que San Pedro está allá
con las llaves del Cielo, como guardián de la puerta de entrada y uno tiene que
esperar su turno para que San Pedro examine nuestras obras a ver si tenemos el
mérito suficiente para entrar.
Pero Cristo Jesús nos enseña otra cosa y es preferible
creerle a El. Veamos lo que nos enseña Jesús.
Primer engaño que deshace: la puerta de entrada no
está en los cielos sino aquí en la tierra. La puerta se llama Cristo Jesús, el
Hijo de Dios. El dijo: “De
cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas…Yo soy la puerta; el
que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos”
Alguno pensará: pero si Cristo es la
puerta; y El esta en el cielo; entonces la puerta está en el Cielo. Pero El no
ha dicho que tenemos que atravesar su cuerpo para entrar. Lo que El ha dicho es
“si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y
os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.”
Asegura que se iría, prepararía nuestro lugar, volvería
otra vez a nosotros, nos tomaría a sí mismo, para estar con El en donde El
está.
Segundo engaño que destruye: tampoco se está refiriendo a su segunda venida
al final de los tiempos.
¿A qué se refiere?
Se lo voy a resumir, porque gran parte del Nuevo
Testamento enseña sobre esto. En el mismo pasaje que estamos considerando en
Juan 14, nos da la respuesta.
Era conveniente que Cristo subiera a los cielos,
porque entonces podría enviarnos al otro Consolador o al Espíritu Santo, quien
nos trae la Presencia de Cristo y del Padre a nuestros corazones, haciendo que
nazcamos para el Reino de Dios e introducirnos en la Casa de Dios en los
cielos, porque al creer en Cristo Jesús como Hijo de Dios, Salvador nuestro y
Señor de nuestras vidas; Dios nos da una partida de nacimiento como hijos de
Dios, con todos los derechos de habitar aquellos aposentos que Cristo ha
preparado para nosotros.
Dice la Escritura “Pero Dios, que es rico en
misericordia, por su gran amor con que nos amó,
aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),
y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,
para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.”
aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),
y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,
para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.”
El texto dice, “nos hizo sentar en los
lugares celestiales juntamente con Cristo”. Habla en tiempo pasado. Utiliza una
expresión de Autoridad: “Dios…nos hizo sentar”
De esta forma se cumple lo que dijo
Jesús: “vendré otra
vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”.
Cristo no miente.
Esta gran ciudad, es una de las cosas maravillosas que
Dios Padre ha preparado para todos los que son objeto de su amor. Cuando Dios
entregó a su Hijo para que muriera en la cruz en nuestro lugar, estaba haciendo
posible que nosotros, quienes jamás pudiéramos soñar con entrar en todas esa
riquezas, pudiéramos entrar sin esfuerzo alguno de parte nuestra, ni dando nada
a cambio.
Al aceptar a Cristo
en nuestros corazones, recibimos Vida, habitación en la Casa de Dios, acceso como
VIP por la única puerta de entrada, lugar en los puestos de mayor honor y
honra, acceso ilimitado a la Presencia de Dios Padre y la certeza de que
atenderá nuestras peticiones y la presencia continua del Consolador o el
Espíritu Santo, quien nos ayuda en todas nuestras necesidades.
No permitas que ningún
pensamiento te detenga al acudir a Cristo. Ven a El sin demora y tomará tu
pobre vida y la enriquecerá.
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