EL ALFA Y LA OMEGA Y LA CONFESION DE FE
Por: Dr. Emmanuel García Moreno
“Bienaventurado
el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas
en ella escritas; porque el tiempo está cerca.”
Ap. 1:3
…“Bienaventurado
el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas
en ella escritas; porque el tiempo está cerca.”…
He aquí tres
bienaventuranzas distintas: para el que
lee la profecía; para los que oyen y para los que guardan lo que en ella está
escrito. El Espíritu le llama “esta profecía”, enseñándonos que todo el libro
del Apocalipsis es una profecía.
“…el que lee…”
Entramos en
el terreno de la eficacia del Apocalipsis. Nos enseña que hay que leer,
anunciar, proclamar o hacer que escuchen el Apocalipsis, al afirmar…“el que lee…”, Solo con leer esta profecía ya somos
bienaventurados.
En los
primeros 300 años de la iglesia del Señor, las cartas de los apóstoles, los
evangelios y el Apocalipsis eran leídos en las congregaciones o reuniones de
los que habían creído en Cristo.
Esta
actividad era la que alimentaba la fe de los hermanos. Los pastores y ancianos
de las iglesias se encargaban de darle lectura y de ponerle el sentido a lo que
se leía. También algún hermano de la congregación, podía ser distinguido con
leer una porción de las Escrituras. El que lo hacía, recibía su
bienaventuranza.
Esto es así,
porque la Escritura enseña de que la Palabra de Dios debe estar en nuestras
bocas, en nuestros labios, dejando oir las maravillas de nuestro Dios. Ahora
cada hermano tiene la bienaventuranza de tener su biblia en su casa, o carro o
en su celular.
Tal vez no
la lean en voz alta, pero la leen en su corazón y meditan en ella, lo que es
mejor, como lo dice el Salmo 1 “Bienaventurado el varón…que medita en la Ley de
Jehová de noche y de día”, es decir medita en la Palabra en todo tiempo.
Debemos
meditar también en el Apocalipsis. Debemos hacer del Apocalipsis nuestra
delicia. En esta profecía está encerrada la II Venida del Señor. Para que esta
profecía se cumpla, es necesario meditar, entender y guardar las palabras de
esta profecía.
La Iglesia
debe crecer en el conocimiento del Apocalipsis, crecer en el conocimiento de la
Palabra de Dios que está en esta profecía. Crecer en el conocimiento del Cristo
revelado en esta profecía. Cuando la Iglesia inicie este conocimiento; está en
camino para el regreso de su Señor.
La mayor revelación,
después de la de la Salvación, que puede tener un cristiano, es la revelación
en su corazón del Cristo que está en esta Profecía.
“…y los que
oyen…”
Además de
ser bienaventurado el que lee; también son bienaventurados los que oyen la
profecía de Jesucristo o el Apocalipsis. El que lee es uno solo; pero los que
oyen son más. La bienaventuranza se va multiplicando y ensanchando, alcanzando
a más personas que son expuestas a su influencia benéfica.
La Escritura
enseña que la fe es por el oir, y por el oir la Palabra de Dios.
Ro.10:6-18
“Pero la justicia que es por la fe dice así: No
digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a
Cristo);
o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos).
o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos).
Mas ¿qué dice? Cerca de ti está
la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que
predicamos:
que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
Porque con el corazón se cree
para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
Pues la Escritura dice: Todo
aquel que en él creyere, no será avergonzado.
Porque no hay diferencia entre
judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los
que le invocan;
porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
¿Cómo, pues, invocarán a aquel
en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y
cómo oirán sin haber quien les predique?
¿Y cómo predicarán si no fueren
enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la
paz, de los que anuncian buenas nuevas!
Mas no todos obedecieron al
evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?
Así que la fe es por el oír, y
el oír, por la palabra de Dios.
Pero digo: ¿No han oído? Antes
bien, Por toda la tierra ha salido la voz de ellos, Y hasta los fines de la
tierra sus palabras.”
Tengo que resistir a la tentación de desarrollar el tema de la
dinámica de la fe que se encuentra en este pasaje. Pero debo enfatizar que
algunos que leen este pasaje, circunscriben la confesión de fe a la confesión
de Salvación.
La confesión de fe debe ser
ejercitada y practicada en la vida del cristiano continuamente, durante todos
los días de su vida, desde el momento en que nace de nuevo y es hecho un hijo
de Dios.
La confesión de fe efectiva,
solo se da por el Espíritu, cuando somos receptores de una Palabra de Vida, o
Promesa de Vida, o Palabra vivificada por el Espíritu, cuando oímos su exposición
ungida por el mismo Espíritu.
Ud. puede oir una
Palabra Viva o una Promesa de la Palabra al oir a un expositor lleno del
Espíritu Santo; o la puede oir leyendo las Escrituras en su recámara secreta
durante sus devocionales.
En el Reino de
los Cielos, es el único lugar en que Ud. puede oir por los ojos; porque el que
oye es su espíritu. Nuestro espíritu oye por el corazón, por los ojos, por los
oídos y aún por el tacto.
Cuando en mis
devocionales, leo las Escrituras envuelto en mi ambiente de oración y alabanza;
ellas empiezan a “hablarme al corazón”. Experimento que una determinada porción de la Palabra tiene sentido personal
para mí y mi corazón se regocija al entender que lo que fue expuesto hace miles
de años atrás, por el escritor inspirado por el Espíritu de Dios, fue escrito
para mí en lo personal.
Espontáneamente
levanto al Trono de la gracia mis acciones de gracias o derramo mi alma en
lágrimas de agradecimiento, arrepentimiento o declaración de haber obtenido la petición
hecha ante El en oración.
Esta es una
confesión de fe, como resultado de haber oído la Palabra con el corazón y
confesado con la boca. En este caso no estoy recibiendo Salvación; estoy
recibiendo cualquier otra promesa que el Señor haya tenido a bien darme en
respuesta a una necesidad.
Muchas veces,
recibimos una promesa viva de esta manera sin que hayamos pedido nada;
simplemente, nos encontramos leyendo la Palabra y meditando en ella y
repentinamente nos detenemos ante una porción y ésta nos llama poderosamente la
atención. Escudriñándola, incluso con la ayuda de un diccionario, encontramos
el significado de la palabra en específico; y, como un destello de luz, esa
porción la entendemos como nunca lo habíamos hecho.
Esa porción fue
vivificada por el Espíritu y transmitida a nuestro espíritu; vivificándonos en
el proceso. Simultáneamente abrimos nuestra boca y damos gracias al Señor o
declaramos triunfantes que hemos recibido aquella bendición.
Estamos frente a
una confesión de fe, que nos fortalece y da crecimiento espiritual y llenura
del Espíritu.
En la medida en
que continuamos en esta dinámica; nos mantenemos llenos del Espíritu de Dios y
somos guiados por El a una vida de victoria mediante la fe.
En nuestro caso,
en Apocalipsis, la bienaventuranza está en oír la profecía, porque ella
producirá fe para ser guardado en el día de prueba que viene sobre el mundo y
también para confesar la II Venida de Cristo a buscarnos y llevarnos a su
Presencia en el Arrebatamiento de la iglesia.
También producirá
por esa misma fe, al oir la Voz del Señor, la corrección y la decisión de
alejarnos de aquello que impedirá nuestra reunión con El u obtener nuestro
galardón.
Cuando leemos el
Apocalipsis en nuestros devocionales o lo escuchamos en una exposición ungida
por el Espíritu de Dios, esta profecía se hará real para nosotros y
entenderemos lo
que el Espíritu desea enseñarnos para que seamos edificados en el conocimiento
de Cristo encerrado en ella.
Note que los
mensajes a las 7 iglesias terminan con la exhortación “El que tiene oídos de
oir; oiga lo que el Espíritu dice a la iglesias. Más adelante desarrollaremos
este tema.
El oír la Palabra
produce fe cuando confesamos lo que hemos recibido por el Espíritu en nuestro
espíritu. Recuerde que nuestro espíritu oye por varios sentidos de nuestro
cuerpo. Esto es así, porque nuestro espíritu no está limitado por las leyes
naturales. Se mueve y opera en la dimensión espiritual o celestial del Reino de
Dios.
El Reino de Dios
no es sobrenatural; es un Reino espiritual en el cual nos movemos, pero estamos
ajenos a él cuando nuestro espíritu está muerto por el pecado. Cuando nuestro
espíritu es vivificado por el aliento de Dios que recibimos al creer en Cristo
como Hijo de Dios y confesarlo como Señor; vemos y entramos en él por el
Espíritu de Dios. Empezamos a vivir en el Reino de Dios.
En este Reino,
todo ha de ser por fe y para fe, por su buena voluntad. La Palabra y el
Espíritu nos ayudan entonces a movernos espiritualmente.
He
aquí otra palabra sólida:
Esta palabra de fe en nuestra
boca, llenos del Espíritu Santo, Palabra Viva que fue revelada en nuestro
espíritu, cuando la declaramos con fe en el corazón; es creativa. Tiene el
poder de traer a existencia lo que no vemos con nuestros ojos naturales o
terrenales.
Solo cuando se completa la
dinámica de la fe en nosotros; es cuando vemos milagros, prodigios y señales a
nuestro alrededor. Es cuando vemos salir a la luz, una vida poderosa en Cristo,
comenzaremos a ver el poder de Dios en acción, respaldándonos en nuestra misión
de ser testigos de Cristo, anunciando el Evangelio de Salvación.
Ese poder con el cual somos
revestidos de lo Alto, es para glorificar a Cristo y no para agradarnos a
nosotros mismos, tampoco para satisfacer nuestros deseos terrenales como lo es
la obtención de bienes materiales.
Con ese poder buscamos el Reino
de Dios y nos mantenemos en él. También, con ese poder declaramos nuestro
clamor espiritual de que Cristo venga.
Podemos entonces declarar o
confesar la palabra de fe: “Amén; Sí, Ven Señor Jesús” que es la respuesta de
la iglesia a la Palabra Omega del Señor: “Ciertamente Vengo en Breve”
La última Palabra Profética de
Dios dada a los hombres está en Apocalipsis en su final: “Ciertamente Vengo en
Breve”
La Iglesia, llena del Espíritu,
llena su boca de palabras creadoras y puede confesar la palabra de fe que hará
que Cristo Venga.
Entiendan
lo que digo y no se confundan.
Dios Padre enviará a Cristo
nuestro Señor a la Tierra en su II Venida, cuando El determine el día y la
hora.
El Espíritu Santo que está en
la Iglesia llena del Espíritu, le revelará la Palabra que está en el corazón
del Padre y ella, llena del Espíritu,
creerá esta Palabra y confesará la
Palabra que está en el corazón del Padre, revelada a ella por el Espíritu,
declarando la Palabra de fe que traerá de vuelta a su Señor: “Amén; Sí, Ven
Señor Jesús”
Cuando esto se
de, entonces Cristo vendrá por su iglesia.
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bendiciones desde mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com
ResponderEliminarGracias Noemi.
EliminarRecibo las bendiciones del Señor que declaras sobre mi vida, confiando en el Señor que ÉL hará sobreabundar sobre tu vida sus misericordias y su gracia.