COMO OVEJA SIN PASTOR
Por: Dr.
Emmanuel García Moreno
“Jehová
es mi pastor; nada me faltará.
En
lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me
pastoreará.
Confortará
mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.”
Ayer
fue un día precioso. Una de las iglesias a la cual asisto estaba celebrando una
bendición recibida. Asisto a dos iglesias los domingos, una la pastorea Dalys
de Alvares, esposa del apóstol Edwin Alvarez, a quien el Señor usa
poderosamente con la exposición de su Palabra que alumbra. La otra iglesia es
Casa de Pan, que pastorea María A, Valarini.
A
través de los años, esta iglesia ha ido creciendo incesantemente y hoy es una
congregación hermosa, en la cual se manifiesta la Presencia del Señor, desde tu
entrada hasta tu salida. Hoy es una iglesia pujante y el antiguo local se le
quedó pequeño.
La
necesidad de mudarse era evidente. Pues bien;
ayer, fue día de inaugurar y dedicar el nuevo local. Es una hermosura de
lugar. La congregación Hay Esperanza está de parabién. Le hago llegar a todos
sus miembros, mis felicitaciones y oración al Señor, para que sigan creciendo
en gracia delante de El, y su Presencia sea manifiesta a cada momento, de tal
manera que toda persona que allí vaya diga: “Ciertamente esta es Casa de Dios y
Puerta del Cielo”.
Hace
alrededor de seis meses estoy congregándome en ese lugar y ha sido para mí una
experiencia enriquecedora y maravillosa.
La
pastora me pidió que diera testimonio de lo que ha sido para mí, estar en Hay
Esperanza. Como el programa era muy nutrido, solo pude balbucear algunas
palabras torpes. Pero caí en cuenta que algo extraordinario estaba haciendo el
Señor conmigo todo ese tiempo.
Hace
poco más de seis años, experimenté el inicio de la Restauración en mi vida,
después de haberle dado la espalda al Señor durante 18 años. Caminé con El por
16 años y me dio a conocer cosas maravillosas en ese tiempo.
Hace
un tiempo atrás, una hermana me aconsejó que diera mi testimonio, para ayudar a
otros a no soltarse de las manos del Señor. En ese tiempo yo todavía estaba en
mis caminos de muerte y no me entusiasmó para nada esa idea.
Mi
tropiezo comenzó en el año 1988, año en que servía al Señor con entusiasmo y
dedicación. Yo había decidido tener una vida rica y plena; y, en ese tiempo, lo
buscaba en ayuno, escudriñamiento de su Palabra y oración de hasta 15 días, en
que experimentaba su Presencia por la fe.
En
determinado momento de esos días de búsqueda, experimenté mayor claridad en la
comprensión de su Palabra y en la preparación de los mensajes, porque el Señor
me había dado el privilegio de pastorear una congragación muy hermosa, muy
parecida a Hay Esperanza.
En
una ocasión, día de reunión, habiendo sido tocado por el Espíritu durante un
momento de Adoración, guiados por el grupo de Alabanza de la iglesia, recibí
una unción poderosísima del amor de Dios dentro de mi corazón, que me hizo
correr al baño a derramar mi alma ante El.
Corrí
al baño porque no sabía lo que me estaba pasando. Solo sabía que estaba a punto
de estallar en llanto, con mi interior expandido por una angustia inexplicable.
Parecía una experiencia de dar a luz cuando la mujer está encinta. Dentro de mí
había un sentimiento y emoción indescriptible e indefinida. Lo que yo sentía
eran las ganas de romper en llanto.
En
efecto; rompí en llanto incontenido, sollozos que me hacían arquear mi cuerpo
de la contracciones en la boca del estómago. Experimenté la liberación de un
sentimiento de rechazo que me acompañó todos los días de mi existencia, aún
desde el vientre de mi madre, hasta ese momento, sin yo saberlo o entenderlo.
Me
sentí muy amado desde el primer momento de mi concepción. Entendía en esos
momentos, que el Amor de mi Dios estuvo conmigo desde que era formado en el
vientre de mi madre. Sentí el rechazo de mi madre; pero sobre ese rechazo,
sentí el Amor profundo de mi Dios, que compensaba aquel sentimiento de
abandono, soledad, desamor y no amado.
Viví
los momentos de mi formación en el vientre de mi madre. Experimenté el salmo
139 cuando dice:
“Te
alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y
mi alma lo sabe muy bien.
No
fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, Y entretejido
en lo más profundo de la tierra.
Mi
embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas
Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas.
¡Cuán
preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!
Que
yo recuerde, nunca en toda mi existencia, hasta ese momento, había yo pensado
ni sentido rechazo de nadie, menos de mi madre, quien siempre me prodigó un
gran y entrañable amor y a quien amé sin medida.
Pero
ese día, fui librado de una atadura invisible que ni sabía que existía. Lloré y
gemí con gran lloro y lágrimas, por espacio de media hora. Cuando salí del
baño, era otro hombre.
Sentía
una libertad gloriosa, un profundo amor por Dios, por mi madre y por todos los
que me rodeaban. Perdoné a mi madre, quien para esa época era ya difunta, por
ese sentimiento de rechazo que abrigué en mi corazón y le pedí perdón por haberlo
guardado dentro de mí.
A
partir de ese momento, sin buscarlo, recibí entendimiento de muchos pasajes de
la Escritura que hablaban del Amor de Dios derramado en nuestros corazones y
del poder del Perdón, que es liberado por ese amor y que liberta a los
cautivos.
Inicié
una serie de exposiciones de este mensaje liberador, en la congregación bajo mi
responsabilidad, y empecé a ver hechos milagrosos de liberación en el amor de
Dios. Había en la congregación, hermanos y hermanas, cautivos en prisiones de
desamor y rechazo acumulados durante sus vidas, que fueron liberados y llevados
a una libertad gloriosa.
Tuve
una ovejita que Dios usaba grandemente para bendecirme como adorador, ya que
ella ministraba en el grupo de Alabanza. Ella estaba pierniquebrada y muy
herida, apenas podía avanzar en el Camino de Vida, le asaltaban frecuentemente
sentimientos de soledad y rechazo.
Me
tocó ministrarle en consejería frecuente, lo cual llevó a malos entendidos en
la iglesia. Me pedían que la dejara sola, que ya había sido suficientemente
atendida y que me dedicara a otras cosas más importantes.
En
mi interior, sabía que esta ovejita todavía no podía dejarla sin atención,
porque su proceso aún no había concluido. Incluso había empezado a afectarle en
su ministración.
No
la abandonaría, hasta que pudiese caminar por sí misma. Me sentía como el buen
pastor que cargaba sobre sus hombros a la oveja pierniquebrada.
Todo
esto me llevó a tener problemas con mi esposa, los líderes de la iglesia y con
mis autoridades congregacionales.
Esta
situación me llevó a la decisión de tener que apartarme de mi responsabilidad
como pastor por unos meses, porque la congregación se estaba afectando por mi
intransigencia en rehusarme a abandonar a esta oveja, incluso me pedían que la
enviara a otra iglesia, porque no era aconsejable que se quedara. Yo prefería
salir yo de la iglesia y que la oveja necesitada permaneciera en su redil.
En
ese período de lucha interior, cuestioné a Dios. Fui separado de la iglesia y
se me prohibió congregarme en ella, reunirme con los hermanos en casa o
llamarle. La orden fue de separación total. Había que hacer una obra de
restauración total y nada debía interferir en ello. Yo estaba confundido.
Le
inquirí del por qué había permitido que yo hubiese sido engañado como me decían
los hermanos cercanos, al darme un mensaje y una ministración que yo no había
pedido, pero que me había sido dada,
pero según parecía no había venido de su mano. Le pedí auxilio a mis
autoridades; que me dijeran con claridad si el mensaje y ministración que había
impartido en la iglesia había sido de Dios o no. Ellos guardaban silencio, solo
apuntaban a los resultados: había división en la iglesia y en mi matrimonio.
Yo
había quedado desorientado. Le decía a mi Señor: “En el tiempo en que más te
busqué; más me has decepcionado” “Te pedí unción de tu Espíritu, y otra unción
que no vino de ti me alcanzó” “¿Por qué me abandonaste ante este engaño y no me
protegiste”?
Múltiples
preguntas y recriminaciones como éstas, le hice a mi Señor. Finalmente le
expresé mi locura mayor: “No volveré a ayunar y a orar delante de ti, porque no
sé como discernir lo que es algo que viene de tu mano o no”
Esa
insensatez fue mi última oración en un largo período de 18 años.
A
partir de ese día en 1988, dejé de orar. Aún estaba en la iglesia como pastor.
La oveja ya no estaba en la iglesia cuando me restituyeron. La congregación
estaba dividida. Mi relación con mi esposa agonizaba.
Poco
a poco me fui deslizando hacia la oscuridad. Sentía como mi vida se apagaba.
Estuve en un continuo alejarme más y más de su Presencia y fui llevando mi vida
y ministerio como una carga.
Reciclaba
mensajes antiguos y los predicaba en la iglesia. Compraba libros con bosquejos
de sermones y los adecuaba, para predicarlos en la congregación. Estuve así
hasta caer en adulterio tres años después de aquella decisión de no orar.
Cuando
caí en ese pecado, supe que estaba mal, pero no tenía fuerzas para volverme
atrás. Había dejado las fuentes de Aguas de Vida, para ser arrastrado por las
corrientes del mundo, del pecado y de la muerte.
Desde
ese día perdí el temor a Dios. Ministraba en la iglesia, pero manteniendo una
relación adúltera. Empecé a libar licor en fiestas y a fumar. Así estuve por
tres años, hasta que me fue insoportable mi hipocresía y renuncié a la
congregación. Todavía un resto de decencia, me hizo separarme de tan digno
ministerio.
Qué
vergüenza siento ante mi Dios y ante mis hermanos de la iglesia, a quien les
fallé tan vergonzosamente. Espero en Dios que puedan perdonarme, porque perdón
les pido y oro al Señor por una oportunidad de tenerles juntos y pedirles
perdón por mi pecado.
Las
tinieblas se apoderaron de mí y mi vida la llevé como cualquier otro insensato.
Durante 18 años estuve en la oscuridad total. Me molestaba encontrarme con los
hermanos, porque ellos me expresaban su amor, y me llamaban “pastor”. En ese
lapso, me divorcié de mi esposa. Yo estaba en franco adulterio y andaba en las
pasiones de mi cuerpo.
En
ese tiempo me enteré que la ministración que había dado en aquel tiempo; era
una ministración que había venido de la Presencia del Señor. Con los años, el
mismo mensaje se estaba dando en muchas iglesias y lugares. Para mí esa noticia
había llegado muy tarde. Solo la ironía de mi fracaso fue mi respuesta a esa
información.
Aquella
dimensión espiritual, aquella vida en Cristo me parecía tan lejana a mí. Yo
vivía en el sequedal y en el desierto. La alegría me había abandonado y en mi
interior solo había un gran vacío y una gran oscuridad.
Como
bien me dijo mi esposa en aquella ocasión. La luz y las tinieblas no pueden
convivir. O dejaba esa vida de adulterio y pasiones desenfrenadas o me
divorciaba. Me decidí por el divorcio.
Las expresiones de amor y respeto de los hermanos
penetraban mis tinieblas y hablaban a mi corazón. En muchas ocasiones me
encontré derramando abundantes lágrimas en la soledad de mi cuarto. Añoraba
aquellos días del amor de Dios y de los hermanos. Miraba mi condición y me
decía: “No hay esperanza para ti. Has pisoteado la sangre de Cristo”. Me hundía
en la desesperanza.
Yo
había dejado la Presencia del Señor y ahora vagaba por un gran desierto seco y
árido, donde no hay aguas. Solo espinos y cardos encontré alrededor. Vivía en
el mundo y en sus deleites pero sin disfrutarlos del todo. No tenía libertad
para disfrutarlos.
Para
una persona como yo, que había conocido la Vida, la Luz y el verdadero Amor de
Dios; el mundo no me satisfacía. Me deleitaba por esos momentos fugaces, pero
aún en medio de esos deleites, en mi interior había el testimonio de que ese no
era mi lugar, que yo no pertenecía a aquello.
Aquel
testimonio nunca me abandonó, lo cual me hacía más miserable. Estaba en el
mundo, pero no podía disfrutar del mundo porque aquel testimonio me recordaba
de donde había caído. No podía volver al Señor o a la iglesia porque ya no
había más remisión por mis pecados. Solo me quedaba aquella horrenda
expectación de juicio.
Pasaron
los años hasta que un día, tuve necesidad de orar y pedirle una gracia al
Señor. Me enteré que una hermana muy
amada, estaba enferma y podía morir. Le
dije: “Señor no sé si me escuchas o no; me atenderás o no. Sé que no soy
merecedor de ser escuchado, pero me gustaría estar como antes de mi caída para
poder orar por esta hermana que está muy enferma”
Cuando
hice esa oración, empecé a llorar amargamente. Después de tantos años salió de
mi boca una oración en el Espíritu. Lloré aún más. Di vueltas al vehículo y
enfilé el carro a casa de la hermana.
Ahí
recibí una poderosa unción del Espíritu que me postró en el piso y lloré
abundantemente. Recibí revelación del Señor sobre la vida del Espíritu. Mi alma
añoró esa vida y le pedí perdón por mi locura. Volvió el gozo del Señor a mi
corazón y experimentaba su Amor y Aceptación.
Yo
estaba feliz. Esa noche hablé con mi pareja, con la cual había iniciado vida en
común. Le hablé de mi experiencia y le dije: “He vuelto al Señor”. Desempolvé
mi biblia, empecé a escudriñar la Palabra y a orar nuevamente. Volví a ser
feliz.
No
pasaron ni 15 días cuando la hermana me dice: “Tú no has sido restaurado.
Todavía estás en pecado. Estás en otro engaño.”. Esas palabras me tiraron al
suelo y se reinició aquella lucha de hacía más de 18 años.
La
duda volvió a asaltarme. En mi interior había un caos. Sentí que de la gloria
de la Restauración y de beber de las mieles del Señor en mi nueva comunión con
El; era lanzado estrepitosamente al duro suelo de la realidad.
Me
costó mantenerme en el Camino. Pero como un perrito hambriento, no me quería
apartar de la mesa de mi Señor. Le decía en mis oraciones: “Aunque no
pertenezca ya a tu pueblo, comeré de las migajas que caen de la mesa de tus
hijos” “No quiero más la comida de los puercos”
Le
decía a mi Cristo: “Aunque es posible que no me oigas, porque estoy en mi
pecado, que creí lo habías quitado; viviré como para ti” “oraré, pensando que
me escuchas, aunque no lo hagas, porque estoy en mi pecado, pero me es mejor
orar que quedarme mudo”
“Oraré
en el Espíritu, aunque sea en vano; pero prefiero hacerlo porque me es mejor.
Viviré mejor creyendo que he sido aceptado otra vez; a pesar de tu rechazo por
mi pecado.”
Así
estuve por largo tiempo.
Hace
poco más de año y medio empecé a escribir sobre profecías y a participar con
comentarios en muchos artículos de opinión. Tuve la urgencia de escribir un
libro sobre el tema del Retorno de Cristo.
Oré
intensamente al Señor. Le dije: “Esta revelación sobre la identidad del
Anticristo, la Confederación de las 10 naciones que le darán su poder a la
Bestia, el entendimiento sobre las señales del fin, la persecución a tu pueblo,
el significado del misterio del 666, el Arrebatamiento de la iglesia y muchos
temas más, que El me habías dado 25 años atrás, siento la necesidad de
plasmarla en el libro. Ayúdame”
Terminé
el libro, lo mandé a publicar y me dio un infarto que casi me lleva a su Presencia.
Experimenté
como mi vida era visitada por suaves soplos de su Espíritu. Sentía como en la
tierra seca y árida en que había vivido, manantiales de aguas eran abiertos en
mi desierto. Poco a poco mi interior fue cambiando. El verdor de las hojas
marchitas, ya se dejaban ver.
Le
dije: “Conduce mi vida de hoy en adelante. Sé que vienes pronto por tu pueblo y
yo quiero estar ahí. Llévate toda duda de mi corazón y afirma mis pies en tu
Camino”
Después
de operado, entendí que esta segunda oportunidad era en serio. Decidí
entregarme al 100% sin guardar nada para mí, dejando toda duda en cuanto a mi
restauración, lejos de mí. Afirmé mi corazón para asistir a la iglesia, y
empecé a congregarme, a pesar de sentir gran recelo de volver a hacerlo.
Han
sido los 8 mese más hermosos de mi vida. Su amor y guía del Espíritu han sido
constantes. He visto como llena cada día mi vida con su Presencia y me va
transformando de gloria en gloria. He visto su mano poderosa sobre mí y como me
ha conducido en este tiempo.
Así
llegué a Hay Esperanza. Experimenté como me pastoreó hasta ese lugar de reposo.
Mi alma necesitaba de reposo en el Señor; y así ha sido. El Señor fue sanando
mis heridas, untando mi alma con su ungüento, abrazándome con su Amor, me hizo
entrar en su Presencia y hacerme gustar de sus amores.
Poco
a poco me fue fortaleciendo y multiplicando mis fuerzas como las del búfalo y
haciéndome volar como las águilas. Hizo mis pies como de cierva y me hizo
caminar en mis alturas.
“No
temas Yo mismo Soy. Nunca te dejé. Nunca te desamparé. Siempre estuve contigo,
porque mío eres tú. Anduviste por el fuego, y la llama no ardió en ti. Por las
aguas y no te anegaron; porque te puse Nombre. Eres mío, yo te compré. No te
abandoné aunque me diste tus espaldas. Esperé por ti, por este día. Ahora me
conocerás como nunca me conociste. Me revelaré a tí y conocerás que Yo Soy tu
Dios que te esfuerza y te da Vida.
He
aquí todas las cosas las he hecho nuevas para ti. Anda en pos de Mí y verás mi
Gloria. Te conduciré por Camino en que no has andado, pero confía, Yo te guiaré
y conduciré tus pasos. Te llevaré a lugar espacioso, donde te saciarás y te
rodearé de mi Favor. Multiplicaré tu sementera y te haré rebosar. Restituiré en
ti lo que se comió la oruga y el revolcón. Nunca más se dirá de ti: Desamparado
de Jehová”
Le
he dicho al Señor en esta nueva dimensión: “Dame seguridades tuyas en lo que te
has de manifestar en mí. Sabes lo que pasó y no soportaría pasar por algo
semejante. Sé que me derrumbaría total e irremediablemente. En esa parte soy
frágil y vulnerable.
Cuando
tenga tu confirmación de que me has hablado en algo; lo haré sin dudar y
empeñaré mi vida en ello porque sé que es tu quien me lo ha dicho.”
Así
ha sido hasta aquí. Ha confirmado amorosamente los pasos en los que me guía.
Pude entender y vivir aquello de “Confortará mi alma; Me guiará por sendas de
justicia por amor de su nombre.”
Esas
sendas de Justicia son las obras en las cuales El quiere que yo ande. Los
caminos del Altísimo son y serán ahora mis sendas por las cuales mi Cristo me
guiará por el poder de su Espíritu. Toda buena obra en Cristo, todo lo que
tenga que hacer, lo haré en el poder de su Espíritu, por el cual hago morir las
obras de la carne o las obras de injusticia.
El
cuerpo de pecado, el hombre viejo, con sus obras, ahora está muerto en la cruz.
Experimento la potencia de su Espíritu vivificándome para andar en las obras de
Espíritu, las sendas de justicia, por amor a su nombre.
Me
va conduciendo paso a paso a la Plenitud de Vida en la que El quiere que yo
viva, hasta poder gritarle al mundo “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en
mí”. Para que entonces su Vida se manifieste en mí cada día. Ahora esa es mi
oración: “Señor, que ya no viva yo, sino tú en mí”.
Ahora
le conozco como mi Pastor. El me pastorea y me pastoreará siempre. Le sigo por
donde me haga escuchar su Voz.
Ciertamente
me llevó junto a Aguas de Reposo. Ahí trató mis heridas y temores. Me hiso
entrar en su reposo. Dejé todo afán delante de El; todo dolor y sufrimiento;
toda duda y sinsabor; toda culpa y condenación, quedaron atrás. Me hizo
entender que todos mis pecados El los llevó en la cruz del Calvario; que el
pecado no tiene poder sobre mí. Que ahora estoy muerto al pecado porque el
hombre viejo está clavado con El en su cruz.
Que
la nueva vida que El me ha dado por el poder del Espíritu que mora en mí; he de
vivirla por su Espíritu y para ello debo sumergirme en El y en su Palabra, que
me vivifica cada día. Ahora solo quiero estar en su Presencia. Paso largas
horas del día en comunión con El.
Lo
que en mí fue una enfermedad para muerte; El la ha cambiado para vida. He
podido pasar largas horas en su Presencia y Conocerle como nunca lo había
conocido.
Estoy
viviendo su Palabra que me dice:
“Jehová
es mi pastor; nada me faltado ni me faltará.
En
lugares de delicados pastos me ha hecho descansar y aún lo hará otra vez; Junto
a aguas de reposo me pastoreó y me pastoreará cuando lo necesite mi alma.
Confortó
mi alma y aún lo volverá a hacer cuando no me queden fuerzas para continuar; Me
guía y aun me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.
Aunque
ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque El estará
conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
Aderezas
mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con
aceite; mi copa está rebosando.
Ciertamente
el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa
de Jehová moraré por largos días.”
Recuerden la Conferencia del 3 de Diciembre. Obtengan sus boletos con
tiempo porque son pocos. Sólo serán 250 boletos para venta. El Señor hará
maravillas ese día y ungirá con poder a los asistentes, preparándoles para los
días malos que se avecinan.
Entenderemos lo de la Armadura de Dios y su verdadero propósito para ser usada en los tiempos difíciles, con la cual podremos derrotar al enemigo que nos rodeará buscando hacernos caer de nuestra confianza en el Señor.
Entenderemos lo de la Armadura de Dios y su verdadero propósito para ser usada en los tiempos difíciles, con la cual podremos derrotar al enemigo que nos rodeará buscando hacernos caer de nuestra confianza en el Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario