Por: Dr. Emmanuel García Moreno
“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta
conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.”
Fil.4:19
Hoy
hablaremos de las riquezas.
En
el mundo existen personas con grandes riquezas materiales; pero muy pobres
emocional, familiar, amical o espiritualmente.
Existen
personas con cuentas bancarias enormes, abultadas, desbordantes; con sus
necesidades materiales aparentemente resueltas. Se miran a sí mismos y se
dicen: “repósate alma mía, porque de nada tienes necesidad. Y no saben que son
unos pobres, desventurados que hoy mismo le pedirán cuentas de su alma.
También
existen personas, incluidos los que aman a Dios y están siendo enseñados y
preparados para la Venida de Jesucristo, que añoran, desean y buscan las
riquezas de este mundo, con el propósito de satisfacer todas sus necesidades
materiales y abundar en riquezas materiales para dar testimonio de fe y apoyar
la obra del Señor.
Sobre
este tema podemos aprender el enfoque sabio y prudente bajo la óptica de Jesús,
para que estemos firmes en el Señor entre las riquezas que tengamos, deseemos
tener o que buscamos.
Tal
vez haya una persona multimillonaria que esté leyendo estas palabras, llena de
riquezas que ha acumulado en este mundo con el esfuerzo de toda su vida, y hoy
tendido en una cama de enfermo, o ante el tránsito inevitable de su vida hacia
la eternidad, porque sus días se han agotado; esté pensando ahora:
“Soy
rico. He acumulado toda esta riqueza y ahora que estoy a punto de partir,
pienso ¿Y para qué he acumulado tanto? Sé que no me acompañarán a donde voy.
¿Qué hago con ellas?”
Una
persona así, que sabe y entiende que
todo el bienestar que alcanzó con sus pertenencias materiales no le alcanza
para tener paz en su corazón, cuando se enfrente al momento de la verdad;
necesita ser enseñado con la Palabra de Vida, para que no entre al mundo espiritual,
empobrecido y miserable.
Todos
tenemos que comparecer ante el Trono de Dios a darle cuenta de nuestras vidas. No
se escapa nadie. Tanto el rico como el pobre, antes de partir de este mundo,
entendemos que compareceremos ante la Majestad en las Alturas.
Es
posible que durante nuestra existencia, no hayamos pensado en el momento en que
tendremos que partir de esta vida, y, comparecer ante el Juez de todos. Porque cuando
estamos llenos de fuerzas y juventud, no nos detenemos a pensar en esa
realidad. Muchos decidimos dejar esos momentos para más adelante porque ahora
no es la hora de pensar en cosas “tristes”. Nadie nos garantiza que podamos
llegar al final tan planificados.
Pareciera
que para la mayoría de los hombres existe el pensamiento, y, manera de vivir,
como si tuviésemos la vida asegurada hasta vivirla gasta los 100 años y
apagarnos de vejez, como una velita que está llegando a su final, titubea un poco
y se apaga lentamente con suaves vaivenes de la brisa que le acaricia.
La
realidad es que todos nosotros, en algún momento de nuestro peregrinar en esta
mundo; sea temprano, a mitad de camino o al final, dejaremos esta vida para
iniciar la otra existencia, la duradera, la final, la inagotable.
Cristo
Jesús, quien nos da Palabras de vida, quien vino a este mundo a traernos el conocimiento
de Dios como Padre nuestro y quien tiene cuidado de nosotros, tomó tiempo para
enseñarnos sobre este tema o asunto.
El
lo consideró importante, y aun lo considera.
El
Señor nos enseña que las riquezas son importantes; pero, no debemos dejar que
ellas nos atraigan de tal manera, que el apego a ellas, nos sea de tropiezo
para el Reino de Dios.
Cristo
nos dice que nuestra alma debe estar libre de ataduras terrenales, que le
impidan entrar y participar de la gloria que Dios Padre nos tiene reservada
para nosotros, cuando Cristo Regrese y sea coronado Rey de toda la tierra y se de inicio a la manifestación
gloriosa de los hijos de Dios, cuando se haya cumplido lo que el Padre Eterno
determinó para la Nueva Creación en Cristo.
Y
el Retorno de Cristo, está a las puertas. Cuánto más debemos vigilar nuestras
almas; en qué nos ocupamos hoy.
Las
riquezas de este mundo pueden convertirse en un verdadero problema para
aquellos que las posean o para los que quisieran tenerlas.
En
el Evangelio de Lucas encontramos una enseñanza poderosa de Cristo sobre este
tema.
<es
un llamado de atención a sus seguidores; a quienes quieren ser enseñados por El
y, poner por obra su Palabra. La riqueza material viene acompañada de la
Avaricia, que es un flagelo de las almas.>
“….porque
la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee…”
<Aquí
es tajante el Señor al declarar que las riquezas dan un engañoso sentimiento de
vida. Muchos hombres pueden llenarse del pensamiento: “Tengo plata; tengo vida”
Sale
una propaganda en la televisión de un joven bajo el sol vacacional, rodeado de
comodidades, pertenencias, lujos, abundancia de todo, buena compañía femenina,
recostado en una hamaca y exclamando satisfecho, con una copa de licor en su
mano: “esto sí que es vida”
Jesús
nos dice: La abundancia de bienes no es la verdadera vida. Hay algo más. La
tenencia y posesión de riquezas no te hacen vivir.
Jesús
decía esto porque El sabía que la verdadera Vida del hombre se encuentra en El,
en Conocerle y conocer al Padre. El dijo de si mismo: Yo Soy la Vida.
El
hombre puede tener riquezas materiales; pero, si no tiene a Cristo, no tiene
nada. Es pobre y desventurado. Y lo contrario también es cierto. Una persona
pobre, si tiene a Cristo, tiene la Vida, tiene el Reino de Dios, es heredero de
Dios y coheredero con Cristo. Es verdaderamente rico, porque ha atesorado bienes
en el Reino de los Cielos a dónde el ladrón no entra ni la polilla.
Cristo es la Perla de gran precio que cuando la encontramos, estamos dispuestos a dejar todo, vender todo lo que poseemos para adquirir ese tesoro inigualable.
Cristo es la Perla de gran precio que cuando la encontramos, estamos dispuestos a dejar todo, vender todo lo que poseemos para adquirir ese tesoro inigualable.
A
sus seguidores, Jesús nos enseña:
Cuidado
con desear y buscar las riquezas de este mundo, ellas pueden desviar tu alma
del verdadero premio en Cristo.
Cristo
no nos enseñó a buscar las riquezas de este mundo; sino las riquezas del Reino
de los cielos, en donde está El.
Ocupemos
nuestras vidas en buscar esos tesoros del conocimiento de Dios Padre y de
Cristo. Con ese conocimiento, nuestras vidas terrenales se van llenando de
gloria celestial y vamos acumulando peso de gloria, según la voluntad de Dios.
Hagamos
tesoros en los cielos, tesoros en el Reino de los Cielos. Busquemos entender
como vamos llenando nuestra cuenta celestial que Cristo nos abrió en su Reino,
para de esta manera ser hallados ricos en el Reino y no pobres.
En
el Reino de los Cielos hay galardones y premios que Dios nos tiene reservados. Nuestra
gloria eterna será de acuerdo a lo que hayamos acumulado con los tesoros
celestiales. Habrá unos potentados en el Reino y otros salvos como por el
fuego, sin mayores posesiones espirituales, pero salvos al fin.
Dios
Padre no solo quiere que seamos salvos; sino, que atesoremos en los Cielos. Que
seamos ricos para con Cristo.
Si
hemos de acumular riquezas; acumulémosla en los cielos.
En
cuanto estemos en esta tierra, “busquemos el Reino de Dios y su Justicia y
todas las demás cosas nos serán añadidas”
Si
hemos de recibir riquezas de las manos de Dios; no las busquemos. El mismo nos
las dará como una ñapa, una añadidura. Que nuestras oraciones, acciones, participaciones
en la iglesia no sean buscando recibir de Dios riquezas a cambio de ellas.
Dios
no nos mandó a ir tras las riquezas; nos ordenó ir tras su Reino y su Justicia.
No erremos el camino.
El
le pedirá cuentas a aquellos que hacen errar a sus ovejas, enseñando un
Evangelio diferente, el evangelio de las riquezas de este mundo, al que nos ha
sido dado desde el principio.
Al
que ha acumulado riquezas toda su vida y al final del camino se encuentra vacío
y pobre; a este le digo:
Cree
en Cristo como el Hijo de Dios; acéptalo en tu corazón como tu Señor y Salvador
y serás salvo.
Tal
vez te encuentres que las fuerzas vitales te abandonan y no tienes tiempo ya de
hacer buenas obras; Dios te da la oportunidad de tomar esas riquezas que no te
acompañarán; suplir a tus herederos una porción para que puedan avanzar en sus
vidas sin estrecheces materiales. El resto, dáselos a los pobres y atesorarás
en los cielos.
Rompe
con la avaricia que te aprisionó junto a las riquezas y dale a los pobres. Sepas
que cuando le damos a los pobres de este mundo; a Dios le damos.
Creo
que en situaciones como las del millonario de esta historia; Dios le extiende un
poco más de vida si decide dar sus riquezas a los pobres; para que se goce
estando aun en esta vida cuando atesora en los cielos.
¡Sea
vida en Nombre de Jesús sobre aquél que
atendiendo la Voz de Dios, decide dar sus riquezas a los pobres y atesorar para
los cielos!
Habrá
gente muy rica que lea estas líneas y se preocupe de tener que dar todo lo que
posee a los pobres. A estos les digo: Preocúpate primero de venir a Cristo,
entregarte a El con todo lo que tienes, haciéndole Señor de tu vida y de tus
bienes. El te guiará a hacer con lo que le pertenece, lo que es mejor. Tendrás las
riquezas que ya tienes y adicional a ello tendrás a Cristo, la mayor de las
riquezas, que hacen palidecer las que ahora tienes.
Y al
que no tiene riquezas, que apenas tiene para el día a día o tiene pero no mucho;
a estos les digo: “
“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta
conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.”
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