jueves, 11 de octubre de 2012


 

EL ALFA Y LA OMEGA Y LA CONFESION DE FE

 

 

Por: Dr. Emmanuel García Moreno

 

 

“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.”

Ap. 1:3

 

…“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.”…

 

He aquí tres  bienaventuranzas distintas: para el que lee la profecía; para los que oyen y para los que guardan lo que en ella está escrito. El Espíritu le llama “esta profecía”, enseñándonos que todo el libro del Apocalipsis es una profecía.

 

“…el que lee…”

 

Entramos en el terreno de la eficacia del Apocalipsis. Nos enseña que hay que leer, anunciar, proclamar o hacer que escuchen  el Apocalipsis, al afirmar…“el que lee…”,  Solo con leer esta profecía ya somos bienaventurados.

 

En los primeros 300 años de la iglesia del Señor, las cartas de los apóstoles, los evangelios y el Apocalipsis eran leídos en las congregaciones o reuniones de los que habían creído en Cristo.

 

Esta actividad era la que alimentaba la fe de los hermanos. Los pastores y ancianos de las iglesias se encargaban de darle lectura y de ponerle el sentido a lo que se leía. También algún hermano de la congregación, podía ser distinguido con leer una porción de las Escrituras. El que lo hacía, recibía su bienaventuranza.

 

Esto es así, porque la Escritura enseña de que la Palabra de Dios debe estar en nuestras bocas, en nuestros labios, dejando oir las maravillas de nuestro Dios. Ahora cada hermano tiene la bienaventuranza de tener su biblia en su casa, o carro o en su celular.

 

Tal vez no la lean en voz alta, pero la leen en su corazón y meditan en ella, lo que es mejor, como lo dice el Salmo 1 “Bienaventurado el varón…que medita en la Ley de Jehová de noche y de día”, es decir medita en la Palabra en todo tiempo.

 

Debemos meditar también en el Apocalipsis. Debemos hacer del Apocalipsis nuestra delicia. En esta profecía está encerrada la II Venida del Señor. Para que esta profecía se cumpla, es necesario meditar, entender y guardar las palabras de esta profecía.

 

La Iglesia debe crecer en el conocimiento del Apocalipsis, crecer en el conocimiento de la Palabra de Dios que está en esta profecía. Crecer en el conocimiento del Cristo revelado en esta profecía. Cuando la Iglesia inicie este conocimiento; está en camino para el regreso de su Señor.

 

La mayor revelación, después de la de la Salvación, que puede tener un cristiano, es la revelación en su corazón del Cristo que está en esta Profecía.

 

 

“…y los que oyen…”

 

Además de ser bienaventurado el que lee; también son bienaventurados los que oyen la profecía de Jesucristo o el Apocalipsis. El que lee es uno solo; pero los que oyen son más. La bienaventuranza se va multiplicando y ensanchando, alcanzando a más personas que son expuestas a su influencia benéfica.

 

La Escritura enseña que la fe es por el oir, y por el oir la Palabra de Dios.

 

Ro.10:6-18

 

Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo);
o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos).


Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos:
que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.


Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.


Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado.


Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan;
porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.

 

¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?


¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!


Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?


Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.


Pero digo: ¿No han oído? Antes bien, Por toda la tierra ha salido la voz de ellos, Y hasta los fines de la tierra sus palabras.”

 

Tengo que resistir  a la tentación de desarrollar el tema de la dinámica de la fe que se encuentra en este pasaje. Pero debo enfatizar que algunos que leen este pasaje, circunscriben la confesión de fe a la confesión de Salvación.

 

La confesión de fe debe ser ejercitada y practicada en la vida del cristiano continuamente, durante todos los días de su vida, desde el momento en que nace de nuevo y es hecho un hijo de Dios.

 

La confesión de fe efectiva, solo se da por el Espíritu, cuando somos receptores de una Palabra de Vida, o Promesa de Vida, o Palabra vivificada por el Espíritu, cuando oímos su exposición ungida por el mismo Espíritu.

 

Ud. puede oir una Palabra Viva o una Promesa de la Palabra al oir a un expositor lleno del Espíritu Santo; o la puede oir leyendo las Escrituras en su recámara secreta durante sus devocionales.

 

En el Reino de los Cielos, es el único lugar en que Ud. puede oir por los ojos; porque el que oye es su espíritu. Nuestro espíritu oye por el corazón, por los ojos, por los oídos y aún por el tacto.

 

Cuando en mis devocionales, leo las Escrituras envuelto en mi ambiente de oración y alabanza; ellas empiezan a “hablarme al corazón”. Experimento que una determinada  porción de la Palabra tiene sentido personal para mí y mi corazón se regocija al entender que lo que fue expuesto hace miles de años atrás, por el escritor inspirado por el Espíritu de Dios, fue escrito para mí en lo personal.

 

Espontáneamente levanto al Trono de la gracia mis acciones de gracias o derramo mi alma en lágrimas de agradecimiento, arrepentimiento o declaración de haber obtenido la petición hecha ante El en oración.

 

Esta es una confesión de fe, como resultado de haber oído la Palabra con el corazón y confesado con la boca. En este caso no estoy recibiendo Salvación; estoy recibiendo cualquier otra promesa que el Señor haya tenido a bien darme en respuesta a una necesidad.

 

Muchas veces, recibimos una promesa viva de esta manera sin que hayamos pedido nada; simplemente, nos encontramos leyendo la Palabra y meditando en ella y repentinamente nos detenemos ante una porción y ésta nos llama poderosamente la atención. Escudriñándola, incluso con la ayuda de un diccionario, encontramos el significado de la palabra en específico; y, como un destello de luz, esa porción la entendemos como nunca lo habíamos hecho.

 

Esa porción fue vivificada por el Espíritu y transmitida a nuestro espíritu; vivificándonos en el proceso. Simultáneamente abrimos nuestra boca y damos gracias al Señor o declaramos triunfantes que hemos recibido aquella bendición.

 

Estamos frente a una confesión de fe, que nos fortalece y da crecimiento espiritual y llenura del Espíritu.

 

En la medida en que continuamos en esta dinámica; nos mantenemos llenos del Espíritu de Dios y somos guiados por El a una vida de victoria mediante la fe.

 

En nuestro caso, en Apocalipsis, la bienaventuranza está en oír la profecía, porque ella producirá fe para ser guardado en el día de prueba que viene sobre el mundo y también para confesar la II Venida de Cristo a buscarnos y llevarnos a su Presencia en el Arrebatamiento de la iglesia.

 

También producirá por esa misma fe, al oir la Voz del Señor, la corrección y la decisión de alejarnos de aquello que impedirá nuestra reunión con El u obtener nuestro galardón.

 

Cuando leemos el Apocalipsis en nuestros devocionales o lo escuchamos en una exposición ungida por el Espíritu de Dios, esta profecía se hará real para nosotros y

entenderemos lo que el Espíritu desea enseñarnos para que seamos edificados en el conocimiento de Cristo encerrado en ella.

 

Note que los mensajes a las 7 iglesias terminan con la exhortación “El que tiene oídos de oir; oiga lo que el Espíritu dice a la iglesias. Más adelante desarrollaremos este tema.

 

El oír la Palabra produce fe cuando confesamos lo que hemos recibido por el Espíritu en nuestro espíritu. Recuerde que nuestro espíritu oye por varios sentidos de nuestro cuerpo. Esto es así, porque nuestro espíritu no está limitado por las leyes naturales. Se mueve y opera en la dimensión espiritual o celestial del Reino de Dios.

 

El Reino de Dios no es sobrenatural; es un Reino espiritual en el cual nos movemos, pero estamos ajenos a él cuando nuestro espíritu está muerto por el pecado. Cuando nuestro espíritu es vivificado por el aliento de Dios que recibimos al creer en Cristo como Hijo de Dios y confesarlo como Señor; vemos y entramos en él por el Espíritu de Dios. Empezamos a vivir en el Reino de Dios.

 

En este Reino, todo ha de ser por fe y para fe, por su buena voluntad. La Palabra y el Espíritu nos ayudan entonces a movernos espiritualmente.

 

He aquí otra palabra sólida:

Esta palabra de fe en nuestra boca, llenos del Espíritu Santo, Palabra Viva que fue revelada en nuestro espíritu, cuando la declaramos con fe en el corazón; es creativa. Tiene el poder de traer a existencia lo que no vemos con nuestros ojos naturales o terrenales.

 

Solo cuando se completa la dinámica de la fe en nosotros; es cuando vemos milagros, prodigios y señales a nuestro alrededor. Es cuando vemos salir a la luz, una vida poderosa en Cristo, comenzaremos a ver el poder de Dios en acción, respaldándonos en nuestra misión de ser testigos de Cristo, anunciando el Evangelio de Salvación.

 

Ese poder con el cual somos revestidos de lo Alto, es para glorificar a Cristo y no para agradarnos a nosotros mismos, tampoco para satisfacer nuestros deseos terrenales como lo es la obtención de bienes materiales.

 

Con ese poder buscamos el Reino de Dios y nos mantenemos en él. También, con ese poder declaramos nuestro clamor espiritual de que Cristo venga.

 

Podemos entonces declarar o confesar la palabra de fe: “Amén; Sí, Ven Señor Jesús” que es la respuesta de la iglesia a la Palabra Omega del Señor: “Ciertamente Vengo en Breve”

 

La última Palabra Profética de Dios dada a los hombres está en Apocalipsis en su final: “Ciertamente Vengo en Breve”

 

La Iglesia, llena del Espíritu, llena su boca de palabras creadoras y puede confesar la palabra de fe que hará que Cristo Venga.

 

Entiendan lo que digo y no se confundan.

 

Dios Padre enviará a Cristo nuestro Señor a la Tierra en su II Venida, cuando El determine el día y la hora.

 

El Espíritu Santo que está en la Iglesia llena del Espíritu, le revelará la Palabra que está en el corazón del Padre  y ella, llena del Espíritu, creerá esta Palabra y  confesará la Palabra que está en el corazón del Padre, revelada a ella por el Espíritu, declarando la Palabra de fe que traerá de vuelta a su Señor: “Amén; Sí, Ven Señor Jesús”

 

Cuando esto se de, entonces Cristo vendrá por su iglesia.

 

http://www.aurora-israel.co.il/blogs/mesiasenfrentados

2 comentarios:

  1. bendiciones desde mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com

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    1. Gracias Noemi.
      Recibo las bendiciones del Señor que declaras sobre mi vida, confiando en el Señor que ÉL hará sobreabundar sobre tu vida sus misericordias y su gracia.

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