Por: Dr. Emmanuel García
Moreno
“Mirad, pues, con diligencia
cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo,
porque los días son malos.”
Efesios 5:6-20
La Palabra a compartir hoy tiene que ver con
nuestro caminar diario en Cristo.
La vida cristiana no es algo místico o
extraordinario, en el sentido de estar esperando ver milagros y maravillas a
cada paso que damos en nuestras vidas.
Si le prestamos atención a los relatos de la
Escritura, en los cuales se nos habla de hechos extraordinarios, estos ocurren
en medio del ejercicio de un ministerio o de una obra realizada por algún siervo
llamado por Dios para realizar una obra en
específico.
En la historia de Israel, en los libros de la Ley o
de los profetas, la maravilla, señal o prodigio ocurría cuando Dios le revelaba
a su siervo algo que debería hacer, en cuanto ejercía su ministerio por el cual
fue llamado.
En la historia de la iglesia, vemos el poder de
Dios manifestado, en cuanto se cumple el mandato de predicar el Evangelio a toda
criatura.
Esto es necesario entenderlo y comprenderlo, porque
esta dinámica no ha cambiado al pasar de los siglos.
Los apóstoles tomaron tiempo y buscaron asegurarse
de que la iglesia del Señor estuviese bien enseñada sobre estos menesteres,
porque ya en el primer siglo, las falsas enseñanzas y las corrientes novedosas
de doctrinas engañosas, pugnaban por arrastrar a los creyentes fuera del
Evangelio de salvación.
Las enseñanzas de los apóstoles, que han llegado
hasta nosotros a través de las cartas enviadas a las iglesias, están orientadas,
en un alto porcentaje, a corregir las distorsiones del Evangelio que eran
introducidas de continuo a las iglesias.
Quiero que Ud. note conmigo, que el llamado Nuevo
Testamento, que yo insisto en llamar Evangelio, se compone de 4 secciones bien
definidas: 1- Los escritos de los evangelistas, que nos relatan los hechos,
enseñanzas, vida, muerte y resurrección
de Jesús; 2- El nacimiento y crecimiento de la iglesia en el libro de los
Hechos; 3- Las cartas de los apóstoles y 5- Las revelaciones proféticas del
Apocalipsis.
Cuando Ud. lee las cartas de los apóstoles, notará
que ellas surgen como consecuencia de algún problema por la cual atravesaba
algún sector de la iglesia, ubicado en alguna parte de la geografía en la cual había sido predicado el Evangelio de
Cristo.
Me llama poderosamente la atención, que los
apóstoles no solo predicaban, sino que también enseñaban a la grey y
discipulaban a otros para que se hicieran cargo de las iglesias en cuánto ellos
seguían su camino anunciando las virtudes de Cristo.
Ellos encomendaban la obra del Señor al Espíritu
Santo y a los ancianos que dejaban tras sí. Esto nos habla de que su enseñanza
era poderosa y eficaz. La lectura cuidadosa de algunas de las cartas de los
apóstoles, nos dan luces acerca de la enseñanza que ellos impartían a la
iglesia.
Me parece ver a las iglesias en los distintos
pueblos y aldeas, aún ciudades importantes, que iban creciendo en número y
también en el conocimiento del amor de Dios, creciendo en Cristo, de acuerdo a
las enseñanzas de los apóstoles.
En estas iglesias, operaba el poder del Espíritu
Santo y el poder de la Palabra de Dios, transmitida oralmente por los apóstoles
y por sus discípulos y también por las cartas que eran leídas en ellas, si
tenían el privilegio de tener alguna copia de ellas.
En nuestros días tenemos el favor de Dios de contar
con toda la Escritura santa a nuestra disposición, la cual podemos tener en
diferentes formatos y dispositivos. Hoy en día debería abundar más, la enseñanza
de las Escrituras que en cualquier momento de la historia.
¿Es esto así?
Medito sobre la enseñanza que se le impartía a la
iglesia primitiva de los primeros cuatrocientos años, que hizo de ella una iglesia robusta
y poderosa en hechos y en palabras.
Lo poco que sabemos de la iglesia de los primeros
cuatro siglos, es que era perseguida y atribulada. Ser cristiano en aquellos
días era sinónimo de perder la vida, bienes y
familia.
El Evangelio contendía contra la vida disoluta en
que vivía el mundo. La idolatría y el desenfreno de las pasiones campeaba en el
mundo, hasta llegar el Evangelio, que llamaba a sus seguidores a vivir la vida
que agradaba a Dios y que hacía contraste con la vida que vivía el resto de los
mortales.
El Evangelio de Cristo impactaba de tal manera la
vida de la gente, que dejaban aquella manera disoluta de vivir y abrazaban la
vida sencilla del seguidor de Cristo el Hijo de Dios, aun a riesgo de ser vistos
como una amenaza para el estilo de vida de los
demás.
¿Cuál era la forma de vida de los primeros
cristianos, que amenazaba al Imperio más poderoso sobre la tierra y al estilo de
vida imperante?
¿Cuál era el atractivo que tenía la iglesia o los
creyentes, que hacía que su mensaje fuese tan irresistible y
poderoso?
¿Puede Ud. imaginar la pujanza de la iglesia en sus
primeros cuatrocientos años, que sin la presencia de los apóstoles, crecía
imparable a pesar de ser perseguida y diezmada bajo los golpes poderosos de la
espada y del martirio espantoso en
circunstancias tan atroces como el ser despedazados por las fieras, quemados por
las llamas, clavados en las cruces, e innumerables formas crueles de muerte?
¿Qué se le enseñaba a mis hermanos en la iglesia
primitiva, que no vacilaban ante la certeza de una muerte
atroz?
Examino las Escrituras en busca de esa enseñanza y
me encuentro una y otra vez con el Evangelio predicado por nuestro Señor
Jesucristo y por sus santos apóstoles. No encuentro nada diferente ni novedoso.
El Evangelio de la Salvación se puede enmarcar en
pocas palabras: Dejar la vida gobernada por nuestras pasiones, producto de los
deseos de nuestra carne; y seguir la vida del Espíritu, apegados a la Palabra de
Dios, que es lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro
camino.
Es el contraste entre una vida gobernada por la
carne y sus deseos y una vida gobernada por el Espíritu de Dios que nos ha sido
dado y sus deseos.
Nos toca a nosotros discernir entre los deseos de
la carne y los del Espíritu, que batallan en nuestros cuerpos y decidir a quien
obedecer y seguir.
Recordando que el que siembra para la carne, de la
carne cosechará corrupción; pero, el que siembra para el Espíritu, del Espíritu
cosechará Vida Eterna.
En este contexto, quiero invitarte a examinar
conmigo este pasaje de Efesios 5:
“Nadie os engañe con palabras
vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de
desobediencia…
El apóstol Pablo escribe a la iglesia llamando la atención a los
creyentes sobre su responsabilidad de velar y cuidar la fe que les fue entregada
una vez y en la cual viven.
Los hermanos en Efeso vivían
conforme al Evangelio, pero recibieron
enseñanzas diferentes a las que habían recibido por boca del apóstol y empezaron
a desviarse del Camino de Cristo.
El apóstol les dice: “Nadie os
engañe con palabras vanas…”
Pablo había sembrado la buena
semilla en estos hermanos y ella crecía saludable y vigorosa. Estaba llevando
abundante fruto, como buena semilla que era. Pero el enemigo del Reino, esto es
satanás, no se había quedado tranquilo; empezó él también a sembrar su semilla
de mentira en el corazón de los creyentes de Efesos.
Los hermanos empezaron a ser
turbados y a andar de manera diferente a
como habían sido enseñados. Lo cual nos debe llamar la atención a lo frágil que
es el Camino de la fe.
Note que el apóstol apela a la
responsabilidad personal del creyente. Cada cuál debe velar por sí y por la
manera en que cree y vive.
En otras palabras dice: “No te
dejes engañar por nadie”
¡Oh!
Encuentro tal ingenuidad y
simpleza en mis hermanos en Cristo hoy, que son fáciles presas del engaño.
Algunos piensan: “Este hermano predicador es incapaz de engañarme….porque
predica muy bien”
Con este pensamiento, no toman
tiempo para discernir si lo que ese hermano predicador esta predicando desde el
púlpito está conforme a la sana doctrina o no.
¿Cuántos hermanos no hay hoy,
que son incapaces de examinar los mensajes de los diferentes predicadores o
pastores, porque los consideran ungidos de Dios y temen juzgar sus
enseñanzas?
¿Cuántos hermanos no hay que
desprecian esta exhortación de “Nadie os engañe con palabras
vanas…”?
Nadie significa
nadie.
¿Podemos entender que existen
palabras vanas que fueron enseñadas en las iglesias desde el primer momento de
su nacimiento, pero que los apóstoles velaban y vigilaban para que no
prosperaran?
Estas palabras vanas siguieron
siendo enseñadas en las iglesias y la única forma de contener, y contrarrestar
su influencia nefasta, fue con la enseñanza del Evangelio dado por los apóstoles
de Cristo.
El Evangelio en sí mismo es un
poderoso antídoto contra las falsas enseñanzas en todos los
tiempos.
Por lo cual exhorto a quienes
leen estas palabras, que se apeguen al Evangelio tal y como nos ha sido dado. No
deje que por diversos subterfugios lo vayan moviendo poco a poco del mismo. Sea
celoso de lo que nos ha sido dado y entregado a través de los
siglos.
Comparto con Ud. una aprensión
que siempre me ha acompañado y que mantengo viva hasta ahora y creo me ha
ayudado a conservarme en el viejo, anticuado pero efectivo
Evangelio.
Toda vez que escuchaba a algún
predicador decir: “…vayamos a lo que dice el griego en el original…”, mi corazón
latía apresurado y me ponía alerta. Me preguntaba ¿Todos los que han leído hasta
hoy esta porción de la Palabra se perdieron el verdadero significado del pasaje
porque fue traducido mal?
Siempre fui cuidadoso de
recibir sin escudriñar bien, cualquier nueva enseñanza basada en la
interpretación de algún pasaje, fundamentado en el significado de una palabra
del original mal traducida por Reina y Varela. Cuando oía a alguien decir
palabras más palabras menos, pero con este sentir: “Basado en el original y en
esta traducción nueva que es la verdadera y que he encontrado después de haber
estudiado el griego antiguo…”
Hace más de 30 años empecé a
escuchar a muchos predicadores hacer uso de esta fórmula del griego antiguo,
para torcer un poquito el significado que se le daba a un pasaje de la
Escritura, y de esta forma introducir una nueva enseñanza, calificándola de
“Revelación” o “Rema de Dios”.
Las iglesias recibían esta
nueva revelación con entusiasmo y se apoderaban de la nueva enseñanza, dejando
atrás siglos de doctrina.
Hoy veo con tristeza como
muchos hermanos navegan entusiasmados en corrientes de doctrinas diferentes a la
sana doctrina que está claramente establecida en el Evangelio recibido por boca
de los apóstoles.
Estas corrientes nuevas
empezaron con un inocente y tímido “Considerando el significado del griego
antiguo…”
Los hermanos en las iglesias
que no habían estudiado el griego antiguo, tenían que depositar toda su
confianza en el predicador que sí lo había estudiado y no sé con qué fórmula
milagrosa se había convertido en un experto tal, que incluso ponía en tela de
duda la versión de Reina-Varela de los 60, la mejor traducción a mi entender, de
la Biblia.
Veo con dolor a muchos pastores
y predicadores, ser los porta-estandartes de estas nuevas corrientes de doctrina
que contradicen el Evangelio de Cristo. Se han apartado de la cruz de Cristo y
predican sobre las riquezas del mundo y como obtenerlas. Han caído en el engaño
de satán y arrastran tras de si y de sus enseñanzas a miles de creyentes
ingenuos y simples, que sin discernimiento, acogen entusiasmados sus
predicaciones a causa del prestigio logrado por tal o cual siervo del
Altísimo.
Escucho sobre el trueque que se
promociona desde los púlpitos, en el cual el creyente lleva su ofrenda y pacta
por una bendición de Dios, sin que medie una vida de consagración al Dios tres
veces Santo, de la comunión con El, ni tampoco la alusión a la Soberanía y Santa
Voluntad del Padre en el asunto.
Examino esta nueva doctrina a la luz del Evangelio de Cristo, y
no le encuentro asidero alguno en las Escrituras. Es rebajar a mi Dios Santo,
Alto y Sublime a la figura de un comerciante inescrupuloso. Mi alma rechaza este
nuevo evangelio.
Prefiero quedarme con mi
antiguo Evangelio de Cristo, Pablo, Pedro, Juan, Mateo, Marcos, Lucas y otros
apóstoles que conocieron a mi Señor; que aceptar este nuevo y rutilante
evangelio de los nuevos apóstoles.
Le decía Pablo a Timoteo entre
otras cosas:
“Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia…….
Entre tanto que voy, ocúpate en
la lectura, la exhortación y la enseñanza.
Ocúpate en estas cosas;
permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos.
Ten cuidado de ti mismo y de la
doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los
que te oyeren.”
No puedo dejar de atender esta
exhortación de Pablo a Timoteo su discípulo amado. La tomo para mí y cuánto más
en este tiempo, que es el tiempo del fin o tiempos postreros de los cuales nos
advirtió el apóstol. No quiero apostatar de la fe.
Apostatar de la fe no es solo
negar que Jesús es el Señor y el Hijo de Dios. Apostatar de la fe es recibir
enseñanzas engañosas y contrarias al Evangelio, que nos sacan del Camino. En el
contexto de lo que el apóstol dice, está esta
advertencia.
Apostatar de la fe, significa
también, dejar la fe una vez dada a los santos y abrazar una fe diferente,
mediante doctrinas diferentes, que nos pueden hacer creer que estamos en la
verdadera fe pero en realidad nos hemos desviado tras palabras vanas, palabras
sin contenido de Vida.
Hoy se predica un evangelio sin
Vida Eterna, que se escucha bien, alegra nuestros oídos pero está vacío de
Cristo. Ojo.
Pueden mencionar mil veces el
Nombre Santo en sus enseñanzas pero su evangelio es vano, porque no está cargado
de las Palabras del Padre, las Palabras de Cristo; sino de huecas palabrerías de
humana sabiduría.
Mire amado hermano, el Señor
Jesucristo nos alertó sobre los últimos tiempos antes de su Regreso, cuando
aparecerían falsas enseñanzas y doctrinas. Nos dijo que el engaño y el error
serían tan abundantes y nocivos, que aún los escogidos podrían caer en sus
lazos.
El apóstol Pablo sigue en su
disertación a la iglesia de Efeso y a nosotros:
“No seáis, pues, partícipes con
ellos.
Porque en otro tiempo erais
tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el
fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), comprobando lo que es
agradable al Señor.
Y no participéis en las obras
infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas; porque vergonzoso es
aun hablar de lo que ellos hacen en secreto.
Mas todas las cosas, cuando son
puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas; porque la luz es lo que
manifiesta todo.
Por lo cual dice: Despiértate,
tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo.
Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.
Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.
No os embriaguéis con vino, en
lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre
vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al
Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en
el nombre de nuestro Señor Jesucristo.”
Cada una de estas porciones
tiene bastante material para compartir, pro no es del interés hoy el hacer un
estudio exhaustivo sobre este pasaje. Solo llamarle la atención al llamado del
apóstol a ser diligentes en mirar como estamos andando en
Cristo.
Es nuestra responsabilidad
individual y personal como creyentes, de velar por la fe que hemos recibido y
mantenernos en ella. Como siervos del Altísimo, no solo debemos velar por
nosotros mismos, sino también por la grey que ha sido puesta a nuestro
cuidado.
He presenciado como es
impopular hoy presentar la sana doctrina, porque riñe con las enseñanzas hoy
aceptadas alegremente en las iglesias. He vivido como se te escudriña cuando
hablas de la II Venida de Cristo y de la aflicción por la cual ha de pasar en
parte la iglesia.
El diablo se levantó a sembrar
cizaña entre el trigo. la sana doctrina es el trigo, la cizaña es la falsa
doctrina, el engaño y la mentira disfrazados de evangelio
moderno.
El Evangelio que recibí de los
apóstoles de Cristo y me ha sido enseñado por el Espíritu, de dice todo lo
contrario. Somos llamados a padecer igual a como padeció el Señor. Si a El lo
persiguieron; a nosotros también. Si a El lo despreciaron; a nosotros también.
Si El tomó su cruz y siguió hacia adelante, cumpliendo la Voluntad del Padre;
nosotros también somos llamados a tomar nuestra cruz y seguir a
Cristo.
El Evangelio que he recibido y
quiero mantenerme en él, por las misericordias de Dios y por su gracia, es el
Evangelio de la cruz de Cristo.
Extraigo de Mateo 24, que Ud.
debería leer, el siguiente extracto:
“Jesús, les dijo: Mirad que nadie os
engañe.
Porque
vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos
engañarán”
Note
Ud. la similitud de las Palabras de Cristo y del apóstol
Pablo.
Pablo
dice “Nadie os
engañe con palabras vanas…” ; Jesús dice “Mirad
que nadie os engañe”
¿Sabía
Ud. que la palabra Cristo significa Ungido?
La
Palabra se usa para señalar al Hijo de Dios como el Cristo; pero también se
utiliza para señalar a los siervos ungidos por el Espíritu de
Dios.
Entendamos
que cuando dice “vendrán muchos en mi nombre diciendo: yo soy el Cristo”;
debemos leer y entender: “vendrán muchos en mi nombre diciendo: yo soy el
ungido”
La
expresión: “el ungido” está muy de moda hoy.
Decimos
alegremente: “el ungido predica hoy”, sin discernir que estamos hablando
palabras a las cuales se refirió el Señor hace siglos atrás y que nos llamó la
atención sobre ellas, de tener cuidado con quienes llamamos “ungidos” o
“cristos”.
Cristo,
en los días de su carne, Ungido por el Espíritu de Dios, anunció buenas nuevas.
Hoy en día, muchos hombres y mujeres ungidos por el mismo Espíritu deben llevar
las mismas nuevas de salvación, sin añadirle ni torcerlas un ápice del
significado que le dieron Jesús y sus apóstoles.
Estoy
convencido de que esta exhortación toma mucha fuerza en estos días. Oro a mi
Señor que Ud. atienda a ella y empiece a examinar toda enseñanza que ha recibido
y está recibiendo de quien quiera que sea.
No
importa el nombre glorioso que tenga el predicador que le está nutriendo desde
el púlpito. Ud. debe velar por sí mismo y mirar si hay engaño en esa predicación
o enseñanza.
Ud.
no está llamado a juzgar al siervo de Dios; pero sí está llamado a juzgar su
enseñanza.
Vele
por su vida hermano y hermana. Estamos en los postreros tiempos de los cuales
nos habló el Señor y los apóstoles y ya opera en medio nuestro el engaño y las
doctrinas de demonios, que son muy parecidas a la doctrina de Cristo, pero han
introducido herejías destructoras.
Estas doctrinas extrañas no han
venido del mundo, vienen del mismo infierno y sus portadores no son extraños al
evangelio.
Si un inconverso se para
enfrente de uno de nuestros púlpitos y pretende enseñar alguna doctrina
contraria a la sana doctrina; lo reconocemos de inmediato. Pero qué difícil es
reconocer a un hermano que enseñe o predique el Evangelio y trae una doctrina
errada.
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