“Como el manzano entre los árboles
silvestres, Así es mi amado entre los jóvenes; Bajo la sombra del deseado me
senté, Y su fruto fue dulce a mi paladar.
Me llevó a la casa del banquete, Y
su bandera sobre mí fue amor.
Sustentadme con pasas, confortadme
con manzanas; Porque estoy enferma de amor.
Su izquierda esté debajo de mi cabeza, Y su derecha me
abrace.”
Hoy me quedé dormida, me levanté a las 5:15 am, aún en oscuridad,
oscilando en dos pensamientos: entre lamentando haberme quedado dormida como
era el compromiso de hacerlo a “nuestra hora” y el de volver a dormir, porque
la mañana estaba deliciosa, me asaltó el deseo de acurrucarme nuevamente bajo
el calorcito de la cobija, estaba amodorrada, soñolienta y con el pensamiento
de volver a la cama. Llevé mi condición y pensamientos a los pies de Cristo,
sujetándolos bajo su Autoridad. De inmediato experimenté la lucidez. Y claridad
interior.
El pensamiento de deleitarme en
la extensión del dormir un poquitito más se había ido. Ahora estaba despierta
para escuchar la voz de mi Amado.
Pedí al Señor me saciara hoy también, como lo había hecho días
anteriores.
Mi alma anhelaba escuchar su deliciosa voz, pero me asaltaba el
infundado temor de que hoy no la escucharía.
Pero mi Amado vino en mi ayuda y dejó escuchar Su Voz:
“Ahora, Hoy y siempre que te dispongas a buscarme, me encontrarás y te
haré oir mi voz. Te enseñaré cosas grandes y maravillosas, te traeré a la Casa
del banquete, donde te daré de mi comida, comida de Rey, te sentaré a mi mesa y
ahí te saciaré.
Te haré entender que Yo Soy el Verbo de mi Padre, Soy el Pan que bajé
del cielo para los hombres, pero que ahora te lo sirvo a mi mesa en la Morada
de mi Padre en los lugares celestiales.
Por eso te hago andar en mis alturas.
Entiende amada mía que Yo Soy quien te sustenta. Soy el que tiene
cuidado de ti; El que te viste de ropa hermosa. Soy el que te acaricia cada
mañana en el susurro de la madrugada, para que entiendas que Yo mismo Soy.
No temas porque estaré contigo a cada momento del día. En las horas
tristes y amargas; estoy a tu lado, te cuido y te protejo. No creas que por no
sentirme no estoy ahí. No te he dicho que estaré contigo todos los días de tu
vida hasta el fin?
Levanta tu cabeza y resplandece porque ha llegado hoy tu Luz. Yo soy
tu Luz y tu resplandor. Como el relámpago te visitaré y te haré entender mi
Camino, para que no desmayes ni desfallezcas. Tu andar; lo conozco.
Te atraeré a mí aunque ahora no veas mi Rostro como lo has pedido,
pero así será en el día en que manifieste a ti con Poder y Autoridad, porque
para mí no hay nada imposible.
No te he dicho que si crees verá mi Gloria y mi Poder. Cree solamente
y verás mi gloria y poder manifestándose sin medida.
¿Hay algo imposible para mí?
Mi corazón se alegró inmensamente. La dulce voz de a mi Amado
reconfortaba mi alma y me apresuré a estar bajo su sombra y recibir las dulces
Palabras de su boca, que son mi alimento.
¿Cuántas veces, oh amigas, oh
amigos, Cristo quiere hablarnos, pero no sacamos el tiempo para estar en su
dulce compañía y recibir de su boca las Palabras que sustentarán nuestra alma
este día?
Oh… si supiéramos que El quiere
estar en nuestra compañía cada mañana antes de empezar el trajín del día, para
prepararnos para los afanes del día. Cristo nos llama de diversas maneras pero
tantas cosas nos distraen que apenas tiempo tenemos para dejarlo entrar en
nuestros corazones, donde nos hablará Palabras de vida.
El nos dice: “estoy a la puerta
y llamo, aquel que oye mi voz y abre, entraré y cenaré con él y él conmigo.”
Cristo quiere entrar a nuestras vidas, a nuestros corazones y cenar con nosotros.
También quiere desayunar y almorzar. Quiere también tener un coffe-brake a
media mañana o media tarde.
Lo que quiero expresar es que El
quiere ser parte de nuestras vidas, para enriquecerlas, saturarlas de Vida,
rodearnos de favores, coronarnos como
reina o rey. El quiere estar dentro de nuestros corazones para darnos la
Vida abundante que compró para nosotros en la cruz del calvario.
Tan solo se creyéramos en El, nos
acercáramos a su Presencia y lo recibiéramos en nuestros corazones; El haría la
diferencia.
Nuestras vidas serían
enriquecidas, nos haría resplandecer de alegría y gozo. El lamento, la tristeza
y la congoja no tendrían más lugar en nuestro interior, porque el Príncipe de
Paz, el Señor de la Vida abundante estaría en nuestro interior.
En la intimidad de nuestros
corazones le conoceríamos y el resplandor de su gloria y su grandeza, inundaría
nustra vidas. Saldríamos de la oscuridad en done vivimos, oscuridad de los
pensamientos derrotistas y esclavizadores. El nos traería el poder para vivir
una vida de victoria, agradando a Dios Padre viviendo con una vida que alabe su
Nombre y le traiga gloria.
Dios nos llamó en Cristo, para
ser más que vencedores en medio de toda y cualquier lucha emocional o
circunstancia a que tengamos que enfrentar cada día.
Acércate a Cristo, ábrele las
puertas de tu corazón para que El sea tu amigo, tu Amado, tu Esperanza, tu
Castillo, tu Ayudador, tu Roca de Salvación.
Todos y todas tenemos muchas
veces que enfrentarnos a las adversidades de la vida; pero, si Cristo está en
nuestro interior de manera permanente, que haya hecho de nosotros su habitación
o morada; El se levantará y reprenderá esa tempestad momentánea y podremos
seguir navegando en Paz.
El Evangelio de Cristo nos ha
sido dado para obtener de parte de Dios Padre la Vida Eterna, que se manifiesta
en nosotros desde el momento en que creemos y recibimos a su hijo por medio de
la fe.
Hasta estas sencillas preguntas:
¿He nacido de nuevo? ¿Soy una nueva criatura? ¿Para mí el vivir es Cristo? ¿Vivo
buscando cada día las cosas del Cielo, en donde está Cristo mi Vida?
Serás una vencedora o vencedor
según sea tu caso.
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