domingo, 21 de octubre de 2012


CON LA FUERZA DE DIOS VENCEREMOS

 

Por: Dr. Emmanuel García Moreno

 

“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.”

 

 Estoy convencido que nuestro Dios y Salvador está interesado en que entendamos y comprendamos los momentos que nos ha tocado vivir como pueblo suyo; y, quiere que estemos preparados en El.

 

El tiempo de su Regreso se ha acercado, y es necesario que su iglesia sea revestida del poder de su fuerza y fortalecida en El.

 

En esta exhortación, se nos indica la necesidad de buscar fortaleza espiritual en 2 fuentes a nuestro alcance, una fuente es Cristo y la otra es la del Espíritu.

 

Alguno podrá pensar: ¿Y la fuente del Padre?

 

Debemos entender que nosotros tenemos comunión con el Padre, acceso a El y aceptación delante de El, a través de Cristo, su Hijo.

 

Cristo Jesús, es el intermediario entre el Padre y nosotros. Nosotros no podemos recibir nada de parte de Dios, sino es por medio de Jesucristo. Él es nuestro Sumo Sacerdote.

 

Este Sumo Sacerdote entró de una sola vez al Santuario, al lugar Santísimo, con su propia sangre derramada hasta la muerte, siendo el sacrificio más perfecto y completo que el que presentaba el Sumo Sacerdote del Templo en Jerusalén, quien debía entrar al lugar Santísimo una vez al año, después de ofrecer sacrificio primero por él, a causa de sus pecados; y, después por el pueblo, para buscar delante de Dios la Remisión de los pecados durante todo un año; pero que al siguiente año tenía que volver a realizar los mismos sacrificios una y otra vez, porque estos no eran perfectos.

 Cristo, el Hijo de Dios, con su muerte, no solo nos redimió para nuestro Dios y Padre, sino que nos hizo una nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que por el poder del Espíritu Santo, entremos juntamente con El en el Santuario Celestial, no hecho de manos de hombre, no de la carne sino del espíritu, y ahí ofrecer sacrificios espirituales a nuestro Dios, como reyes y sacerdotes.

Nuestro culto racional es ofrecer sacrificios vivos, santos y sin mancha delante de la Majestad en las Alturas. Por eso debemos presentarnos cada día, nosotros mismos, como sacrificios vivos a Dios.

 

Nosotros somos ahora los sacrificios vivos aceptables a Dios.

 

Entendamos esto, porque aquí hay sabiduría.

 

Cristo es el Cordero que fue inmolado. Es el Cordero Aceptable a Dios Padre, porque es sin mancha ni pecado. Con su sacrificio El quitó el pecado que nos impedía acercarnos a Dios en su Santuario y tener comunión con El.

 

Dios no habita en Santuario hecho por los hombres. El único lugar sobre la tierra en la que habitó y manifestaba su Presencia, era en Jerusalén, la ciudad de Dios, en el Templo de Salomón. La nación de Israel, tuvo el privilegio de ser escogida por Dios, para ser la que construyera en la tierra, un Santuario imperfecto, en el cual el Dios Todopoderoso se manifestase a favor de los hombres.

 

Pero a Moisés se le advirtió que construyera según el Modelo Celestial que se le mostró en el Monte Sinaí. El Santuario de Dios en la tierra, el Tabernáculo de reunión, hecho de madera, pieles, cortinas de lino, oro y plata, era solo un pálido reflejo del verdadero Santuario Eterno.

 

Venido Cristo, aquel Templo hermoso, junto con su Santuario, fue destruido.

 

¿Por qué?

 

Esto es lo que los judíos no han entendido aún. El Santuario Terrenal ya no es necesario, porque estando ya Cristo, ahora ellos y nosotros los no judíos, tenemos acceso al Verdadero Santuario Celestial, en el cual mora Dios. Este acceso lo tenemos por el sacrificio de Cristo y por el poder del Espíritu Santo, quien nos introduce en los lugares celestiales, en donde está Cristo nuestra Cabeza.

 

El Plan de Dios era que por medio de los judíos, viniese la Salvación y la creación de un Nuevo Hombre, hecho a la imagen de Cristo el Hijo de Dios.

 

Esta nueva creación, será en todo semejante a Cristo, quien es la Cabeza y nosotros el Cuerpo. La Cabeza ahora está en los cielos, y, el Cuerpo, está en la tierra; unidos por el Espíritu Santo que nos hace Uno con Cristo y Uno entre nosotros.

 

Como nueva creación, somos  “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;
vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.”

 

Ahora somos pueblo de Dios, cuando antes no lo éramos. Antes andábamos en delitos y pecados, ajenos a la ciudadanía de Dios; pero venido Cristo, derrumbó la pared que nos separaba, y nos hizo conciudadanos de los santificados por su sangre <porque su sangre nos santifica para Dios>, nos dio la dignidad de hijos de Dios, y para esto, ¿Quién es suficiente?

 

Esta dignidad es tan inmensa, que por nosotros mismos no podemos vivirla; por ello necesitamos de la fortaleza de Cristo y la de su Espíritu. Porque Cristo nos ha acercado al Dios Vivo, al Terrible en Loores, al Magnífico en Santidad, al Hacedor de Maravillas, al Único y Sabio Dios.

 

Cristo nos ha acercado al Santo de los santos; al Magnífico en Santidad, al Dios Invisible, al Padre Eterno.

 

En la medida en que los redimidos, vayamos ocupando nuestro lugar en el mundo, esto es, el de reyes y sacerdotes; y empecemos a oficiar con nuestros sacrificios de Alabanza y Adoración, con abundancia de Acciones de Gracias, confesando el Nombre del Señor; asimismo el Espíritu, que es nuestro Ayudador, irá acercándonos cada vez más a la semejanza de nuestro Rey y Señor Jesucristo, perfeccionándonos con su poder y con su Palabra, creciendo en su conocimiento, hasta llegar a la estatura del varón perfecto.

 

Decía que ahora, nosotros somos los sacrificios que debemos oficiar a Dios. Cristo es el único sacrificio por el pecado. Nosotros somos sacrificios de Acciones de gracias.

 

En el Santuario terrenal se oficiaban sacrificios individuales, según las posesiones de cada oferente. En ese Santuario, los sacrificios eran diarios y continuos. Asimismo en el Santuario Celestial, los sacrificios deben ser diarios y continuos.

 

En el Santuario terrenal, solo los sacerdotes de la casa de Aarón, podían ofrecer estos sacrificios en nombre de los oferentes. En el Santuario Verdadero, solo los sacerdotes según el Orden de Melquisedec, pueden hacerlo. Y éstos somos nosotros.

 

Todo aquel que ha creído en Cristo y lo ha aceptado como Señor; es hecho rey y sacerdote según el orden de Melquisedec. Cristo es nuestro Sumo Sacerdote, es la Cabeza; nosotros somos su Cuerpo, la familia sacerdotal de la Casa de Dios. Cristo el Principal, como lo fue Aarón; nosotros los elegidos, para oficiar en el Santuario.

 

Cristo está en los Cielos; nosotros aún estamos en la tierra, por eso Él no puede ofrecer los sacrificios de Acción de Gracias, los sacrificios voluntarios; y nosotros somos llamados a ofrecerlos en su Nombre.

 

Comprendamos que por medio de Cristo y solo por medio de El, podemos acercarnos al Padre, y ofrecer estos sacrificios de acción de gracias. Todo lo que es en Cristo es aceptable ante el Padre.

 

Nosotros no nos acercamos por nuestros propios méritos, sino por los méritos de Cristo. Debemos ocuparnos de ofrecerle a Dios, sacrificios vivos de Alabanzas, Acciones de Gracias y Adoración.

 

Este es nuestro culto racional.

 

Nuestro culto a Dios debe ser entendido a plenitud por nuestra mente. Saber el por qué debemos ofrecer Alabanzas, Acciones de Gracias, frutos de labios que confiesen su Nombre y Adoración.

 

Cuando nosotros presentamos nuestros cuerpos a Dios como un sacrificio vivo y santo a El; estamos cumpliendo con el propósito por el cual Él nos llamó de las tinieblas a su Luz Admirable.

 

Romanos 12 dice:




Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.

 

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”

 

Este pasaje es claro como la luz del mediodía en un día de verano.

 
Nuestro culto racional es presentar sacrificios vivos a Dios, por lo cual debemos transformarnos por la renovación de nuestras mentes y así podamos comprobar esta su voluntad buena, agradable y perfecta.

 

Si no aceptamos que somos reyes y sacerdotes para Dios, para ofrecerle estos sacrificios continuamente; no podremos cumplir su voluntad para nosotros. Su voluntad es que cumplamos con este santo llamamiento.

 

Esta es nuestra única razón de ser como nuevas criaturas en Cristo: ser reyes y sacerdotes que presentan diariamente en este mundo en tinieblas, sacrificios a Dios por medio de Jesucristo.

 

Cristo ya hizo Su voluntad, la Voluntad del Padre, al morir en el madero. ¿Se acuerdan de “Pase de mi esta copa, pero no se haga mi voluntad sino la tuya”?

 

En esta voluntad somos santificados, somos separados para Dios, creados en Cristo para buenas obras.

 

Ahora nos toca a nosotros hacer su voluntad, beber nuestra copa. Que es morir con Cristo en la cruz, haciendo morir al hombre carnal y pecador, que está viciado por el pecado y no puede agradar a Dios, crucificándolo juntamente con El en la cruz.

 

Habiendo muerto al pecado de esta manera, vivamos ahora la nueva vida que Él nos da por medio de su resurrección, y por su Espíritu de Vida que nos ha sido dado, viviendo ahora para Dios, bastando ya el tiempo en que vivimos vendidos al pecado.

 

Si somos guiados por el Espíritu, entonces haremos morir lo terrenal en nosotros y podremos vivir la plenitud de la vida del Espíritu, ocupándonos de este santo llamamiento, hasta que Cristo venga por nosotros. Que cuando El venga, nos encuentre en el Santuario cumpliendo con nuestro oficio.

 

Cuando la iglesia se ocupe de ser el Templo del Dios Vivo, entonces vendrá Cristo para que habiendo sido perfeccionados aquí en la tierra, pasemos a vivir en la Casa de Dios en cuerpo y espíritu como reyes sacerdotes que viven para siempre según está escrito:

 

 “Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor.


Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.


Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; Y el que creyere en él, no será avergonzado.


Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, La piedra que los edificadores desecharon, Ha venido a ser la cabeza del ángulo;
y: Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados.


Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.


Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma,
manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras”

 

Dice “acercándoos a Él”; como que estuviésemos lejos. Porque hoy, muchos están lejos de Cristo y del propósito de su llamamiento. Lo que el apóstol le dijo a los hermanos en el primer siglo; hoy nos lo dice a nosotros: acerquémonos a Cristo”. Acercarnos a El como Sumo Sacerdote, para que como reyes y sacerdotes, cumplamos con nuestro santo oficio, de presentar a Dios sacrificios vivos, esto es nosotros vivificados en El por su Espíritu.

 

Si la Cabeza fue sacrificada, ¿Cuánto más nosotros, su Cuerpo?

 

Tenemos dos oficios como creyentes:

 

Hacia Dios, ofrecerle sacrificios vivos; nosotros mismos en Cristo.

 

Hacia el mundo, el anuncio del Evangelio de Salvación.

 

Para ocuparnos de estos oficios, debemos presentar batalla a las huestes espirituales de maldad que se oponen a esta voluntad expresa de nuestro Dios. Por eso el llamado a fortalecernos en el señor y el poder de su Fuerza, vistiendo toda la Armadura de Dios y poder así resistir en el día malo.

 

Asista a la Conferencia el 3 de Diciembre en el Hotel Panamá y sea edificado en el conocimiento de este propósito y a la vez sea ungido por Dios ese día con el poder de Dios, para cumplir con este santo llamamiento de reyes y sacerdotes, guerreros santos y anunciadores de las buenas nuevas en Cristo.

 




Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.

Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.

Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.



Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.


Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.


Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;
y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio,
por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.”

 

Bendiciones

viernes, 19 de octubre de 2012

1. VIVIENDO EN LA PLENITUD DE VIDA

 

Por: Dr. Emmanuel García Moreno

 

“El que habita al abrigo del Altísimo Morará bajo la sombra del Omnipotente.”

 

 

SALMO 91

"...El que habita al abrigo del Altísimo..", hace la diferencia. Todo lo que está descrito en este salmo, se cumplirá en la vida de aquellos que están en esta dimensión gloriosa de moradores o habitantes en la Casa de Dios. Esta habitación es para los tiempos actuales; para el día a día del creyente.
 
 
 

Aquí hay sabiduría. Note que dice e
n tiempo presente: "el que habita." El que esté en esta condición; experimentará en el futuro, la bienaventuranza de "...morará bajo la sombra del Omnipotente..."

Ahora es el tiempo de habitar al abrigo del Altísimo. Mañana será el tiempo de morar bajo la sombra del Omnipotente. Aquí también hay sabiduría. Note que son dos Nombres diferentes de Dios en la experiencia del creyente.

Primero es el Altisimo. El que habita en las Alturas de su Santidad. Lo cual nos da una idea de inalcanzable para los hombres. Un lugar que el hombre no puede alcanzar con sus esfuerzos terrenales, con toda su capacidad humana o con sus obras humanas.

Pero gracias a Jesucristo; esas Alturas en la que habita el Padre, ahora son alcanzables por medio de la fe en El, y a causa de su sacrificio en la cruz y de su Resurrección. Es más El nos dijo: " En la Casa de mi Padre, muchas moradas hay. Voy pues a prepararles lugar. Para que donde Yo esté, Uds. también estén" "Vosotros sabéis a donde voy. Voy al Padre, y saben el Camino" "Yo Soy El Camino, la Verdad y la Vida. Nadie viene al Padre si no es por Mí"

Por medio de Cristo, podemos habitar con el Padre en las Alturas. Podemos habitar con el Altísimo, y estar en su Presencia, porque donde está Cristo, nosotros estaremos con El.

El segundo Nombre es el de Omnipotente. En este Nombre se dará a conocer a sus hijos en el día malo que se avecina.
Este salmo lo viviremos en el día malo. Esta es parte de la provisión que el Señor tiene preparada para cuando su iglesia pase por el valle de sombras de muerte. Nosotros hemos tomado la expresión del salmo 23 relativo al valle tenebroso, como apto para leerlo o entenderlo como la porción apta para cuando uno está a punto de morir. Pero esta Palabra va más allá de la que la entendemos.

La iglesia pasará por valle de sombra de muerte y es necesario que nos preparemos para esos días. Muchos creen que esto no es verdad, que seremos levantados antes de que esto suceda. ¿Dónde la evidencia bíblica? Aqui la evidencia bíblica de que sí pasaremos; el mismo salmo 91 dado por el Espíritu para que se cumpla en nosotros.

 

He comprendido que este salmo 91 es una preparación para la experiencia que hemos de pasar todos los que creemos en Cristo y estemos sobre esta tierra cuando se desaten los eventos predichos en las profecías, principalmente en los días de los cuatro Jinetes del Apocalipsis.

 

 

El Señor nuestro Dios nos ha dado las profecías para los tiempos finales con la intención de que su pueblo, toda persona que haya puesto su fe en su Hijo Jesús, el Cristo, sepa lo que ha de suceder y también se prepare para esos días malos.

 

 

Dios nos dice en este salmo, que debemos estar habitando al abrigo suyo.

 

 

¿Cómo habitar a su abrigo?

 

 

Sencillo: nuestra vida tiene que estar ligada a El todos los días de nuestras vidas. Él debe ser nuestro familiar más cercano. Su Casa es nuestra Casa. Él nos abre las puertas de su Hogar Eterno para que vivamos con El y El con nosotros.

 

 

No podemos despreciar semejante invitación. Si algún poderoso de este mundo nos invitara a visitar su casa o residencia, nos sentiríamos muy honrados y favorecidos. No dormiríamos en la expectativa de ese día tan grande de ir a una casa tan ilustre. Nadie a nuestro alrededor ignoraría nuestra dicha, porque no nos cansaríamos de contarles lo importante que somos porque Fulano de Tal nos ha invitado a visitarle. A partir de esa fecha, pondríamos en nuestro curriculum vitae, el honor de haber estado en esa casa como invitado personal del dueño.

 

 

Cuánto más debemos correr a acudir al llamado del Altísimo, del Todopoderoso Dios, del Creador, del Omnipotente, quien no nos ha invitado a visitarlo, sino a vivir con El. A que nos mudemos a su Casa, en donde obtendremos todos los beneficios de tan Sublime Residencia.

 

Cuando entendamos que como hijos de Dios, somos llamados a habitar en su Presencia; nuestra vida sufrirá una transformación radical, cambiará por completo. Dejaremos una existencia de altibajos emocionales frustrantes, una vida de stress y afanes diarios, una vida de sinsabores y frustraciones; para, obtener la vida abundante, llena de gozo, de victorias diarias en todos los desafíos que enfrentemos, viviremos la vida de hijos de Dios más que victoriosos, que iremos de poder en poder viendo la manifestación de su gloria a cada paso de nuestras vidas.

 

Viviremos en la dimensión del Espíritu de vida en Cristo Jesús. Es en esta dimensión que nuestras fuerzas son multiplicadas como las del búfalo; estaremos andando en las Alturas, que es donde pertenecemos, y a donde los problemas no nos alcanzan, los veremos como Dios nuestro Padre los ve: Pequeñeces que se desvanecen con su Poder.

 

 

Cuando dice “El que habita al abrigo del Altísimo” está afirmando que hay una diferencia entre este bienaventurado residente y todos los demás. Está diciendo que éste, quien tiene su residencia permanente con el Altísimo, es un privilegiado y su vida es diferente a los demás porque estará tan cerca de Dios, que Su Sombra lo cobijará.

 

 

Lo que el Espíritu nos dice es:

 

Entra ahora a tu habitación. Entra a tu Casa, que es la Casa de tu Padre y siéntate en el lugar que te corresponde. Lugar obtenido por Cristo mi Hijo Amado, en quien me complazco.

 

 

En mi Presencia está la plenitud del Gozo y la Alegría. Hay Delicias a mi Diestra por siempre. Comerás hasta saciarte y serás vivificado cada día. Te enseñaré a cada instante el Camino en el cual has de andar delante de mi para que te vaya bien y no te fatigues, porque he aquí, Yo iré delante de ti abriendo Camino a tu andar.

 

Seré tu Compañero y Amigo, tu Consejero y tu Dios que te esfuerza. Conocerás y entenderás que Yo mismo Soy, el que renueva tus fuerzas. Caminarás y no te cansarás; correrás y no te fatigarás. Aunque andes por las aguas, no te anegarán; y, si por el fuego; no te quemarás ni la llama arderá en ti, porque Yo Soy Jehová tu Ayudador.”

 

 

Cuando vivimos en su Presencia; experimentamos todas las promesas suyas, que se hacen realidad de acuerdo a nuestras necesidades.

 

Estar en su Habitación por siempre es lo tenemos que hacer. Para ello nos dio su Espíritu Santo. Para ser nuestro guía y conducirnos a su Casa, a su Morada, a su Presencia.

  

Es mediante el Espíritu, obrando en nosotros, que entramos a la Casa del rey. Mediante la oración en el Espíritu, somos conducidos a su Presencia. Asegurémonos que hemos recibido el Espíritu de dios tan pronto creímos en Cristo.

 

En el libro de los Hechos 19 se relata un incidente en el cual, el apóstol Pablo se asegura que los nuevos convertidos a Cristo, obtengan la provisión completa: el bautismo del Espíritu Santo.

  

Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos,
les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo.

 

Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan.


Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo.


Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.

 

Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.
 

Eran por todos unos doce hombres.”

 

 

Esto es importante. La oración en el Espíritu es la que te lleva a la Casa del Padre, a su Presencia del Padre. Cuando oramos sin la ayuda del Espíritu, Dios nos oye, pero está lejos. Nosotros en la tierra y El en los Cielos.
Es necesaria la oración en el Espíritu
 
Cuando oramos en el Espíritu; Dios nos oye y habla con nosotros. Nos deja oir su Voz, experimentar su Presencia que no queremos salir de este tiempo de oración y comunión con El. Y responde nuestra oración. esta oración nos introduce en la Casa del Altísimo.

 

Debemos buscar el bautismo del Espíritu Santo. No descansar hasta obtener esa llenura como la obtuvieron aquellos 12 hombres.

 

La oración en el Espíritu nos hace estar en la Casa de Dios a cada instante de nuestras vidas. Nos hace vivir en el Espíritu y derrotar las obras de la carne. Es en esta condición de llenos del Espíritu de Dios, que estamos de continuo en la Presencia de Dios y podremos exclamar: “Vive el Altísimo, en cuya Presencia estoy” 

Es en esa Habitación al Abrigo del Altísimo, que se darán todas las bienaventuranzas del salmo 91.

 Dios sabe, aunque nosotros creamos diferente, que su iglesia, su pueblo, pasará por el valle de sombras de muerte que reinará sobre la tierra y, por ello, está llamando a los suyos a entrar a su Habitación por siempre; para que al llegar esas sombras, estemos bajo su abrigo.

 

Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré.

Estando en su habitación, experimentaremos que El se nos manifestará como nuestro Castillo, nuestro protector. Le conoceremos como el Dios que nos mantiene en la Alturas, al abrigo de la peste destructora y de la mortandad.

Es en esta posición de habitar con el Altísimo, que ni el lazo del cazador ni la peste destructora nos alcanzarán. Aunque estemos viviendo en esta tierra; El estará con su Presencia en nosotros, guardándonos de todo mal, como lo hizo con Israel en tierra de Gosén.




Él te librará del lazo del cazador, De la peste destructora.

 
Con sus plumas te cubrirá, Y debajo de sus alas estarás seguro; Escudo y adarga es su verdad.

Jesús clamó a en Jerusalén: "Oh Jerusalén, Jerusalén. Cuantas veces, como la gallina, quise juntaros bajo mis alas y no quisiste"

Esta exclamación de Jesús fue hecha 40 años antes de la destrucción de la ciudad santa.

Hoy Cristo está llamando a su iglesia a juntarse bajo sus alas, bajo su abrigo, para que no nos alcance la destrucción y desolación que viene para pronto, antes de su Venida. ¿Qué haremos? Diremos: Esto no es así por que seré arrebatado antes de que las sombras lleguen. ¿Estás seguro?

 

No temerás el terror nocturno, Ni saeta que vuele de día,
 

Ni pestilencia que ande en oscuridad, Ni mortandad que en medio del día destruya.

Caerán a tu lado mil, Y diez mil a tu diestra; Mas a ti no llegará.

 

Ciertamente con tus ojos mirarás Y verás la recompensa de los impíos.



Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, Al Altísimo por tu habitación,



No te sobrevendrá mal, Ni plaga tocará tu morada.
 
Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, Que te guarden en todos tus caminos.

En las manos te llevarán, Para que tu pie no tropiece en piedra.

Sobre el león y el áspid pisarás; Hollarás al cachorro del león y al dragón.



 
Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre.



Me invocará, y yo le responderé; Con él estaré yo en la angustia; Lo libraré y le glorificaré.



Lo saciaré de larga vida, Y le mostraré mi salvación